martes, 15 de octubre de 2013

"Tan tuyo como tu casa" Vídeo flashmob

Vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=6c8hPtigRic&feature=youtu.be

11 comentarios:

  1. El ascensor como una gran máquina, es lugar dónde se manifiestan los valores y principios bajo los que los citadinos vivimos: la celeridad, el afán, la impaciencia, la individualidad extrema, y la desconexión con el ritmo de la naturaleza. Subirse a un ascensor, subirse a este ascensor de la universidad cotidianamente, es algo parecido a un viaje indeseable para muchos, en el que el mismo espacio personal se cuestiona. Los olores de todos se mezclan, la música o conversaciones se vuelven públicas, y ni que decir del contacto visual, en el ascensor se vuelve inevitable… por eso mismo (siendo sarcástica), muchos queremos que el viaje se acabe pronto y preferimos mirar a la pantalla, y casi que hacer una carrera de “quien es el que sale más rápido”.

    Pensar en “habitar” ese espacio, en ponerlo bonito y agradable ya no sólo para nosotros sino para todos, en tal vez hacer un pequeña huelga de nuestra cotidianidad gris, en tomarnos por un momento un espacio que se considera “de paso”, fue un reto. Un trabajo que tuvo más componentes de improvisación de lo que nos pudiéramos haber imaginado, cuando estábamos construyendo y pensando esta idea.

    La primera idea que se me viene a la cabeza, y a propósito de lo que discutimos un poco antes de empezar, es: “¿Flashmob o performance?”. En todo caso, cuando esta pregunta apareció ya teníamos la ventana, sillas y cámaras en mano. Y a pesar que todo el principio fue tan fríamente calculado y el ejercicio duró más de un par de minutos, tengo que confesar que todo fue tan rápido, que realmente no sabía si el ejercicio como lo habíamos planeado inicialmente salió “bien, bien”. Viendo el video, tuve mucha risa, mucha más risa de la que tuve mientras que lo estábamos haciendo.
    Viendo el video noté como nosotros los estudiantes, quisimos crear un espacio que aunque movible fuera acogedor como una casa; un espacio que pudiera brindar la posibilidad de cambiar el ritmo, sin que fuera para muchos evidente. Pero ese “cambiar el ritmo”, no podía ser “cambiar la velocidad del ascensor” evidentemente, pero si “cambiar el ritmo” en el que muchos vivimos, cuidar un poquito, cuidarnos y acercarnos como grupo y ser creativos en el proceso. Tomarnos algo, comer un chocolate o de pronto abrir una grieta en ese sistema de salud impersonal al que muchos usuarios del ascensor están acostumbrados.

    En este ejercicio también noté, y a propósito de los comentarios de las compañeras, como cuando diferentes ritmos conviven, a veces disienten y se chocan. No falto la que “no entendió porque había una ventana en el ascensor”, dando una bonita vista a los árboles que a veces olvidamos que existen. O los que de pronto se sintieron incómodos o anonadados. Pero tampoco faltaron las risas, o la compinchería entre algunos y esto se manifestó, en como algunos aceptaron la propuesta, recibiendo un chocolate, aceptando la silla.

    Finalmente, pienso que si bien buscamos crear un espacio habitable y de “cuidado”, también hubo elementos con los que de pronto incomodamos a las personas. De pronto las cámaras, los letreros en el primer piso con los cuales el guardia no sabía que hacer; pero pienso que igualmente la rapidez e improvisación con la que terminamos, hizo que nuestro ejercicio fuera rápido y casi que no dejara huella. El único vestigio que dejó el ejercicio fue el video, y el vago recuerdo en la mente de los quienes alcanzaron a tomar el ascensor. El recuerdo que más quedó en mi, fue la construcción y creatividad grupal, y eso es algo que he aprendido en la clase.

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  2. El ascensor es un espacio de muchas sensaciones, sentimientos y valores encontraods. Un espacio tan pequeño como este nos permite ver de qué etsá hecha una persona y tal vez inferir de manera rápida su comprtamiento en otros escenarios de la vida. Tomar en ascensor en la PUJ es todo un reto; en hora pico te encuentras con personas de mala cara, afán a las que no les importará que tu lleves esperando mucho tiempo para tomar el ascensor, si ellos se pueden subir primero.

    Creo que intervenir el ascensor fue una buena idea para salir de esa cotidianidad en la que nos sumergimos a diario, muchas de las veces por la pereza de no subir unas escaleras, y la forma como lo hicimos arrasa con esa cotidianidad en la estamos inmersos día a día. Es por esta razón que el nombre del flashmob "Tan tuyo como en tu casa" nos permite transformar ese espacio y hacerlo de alguna u otra forma más vivble y más ameno. Creo que esto no fue algo con lo que nos divertimos haciendo sino también se divirtio la gente que hizo parte de la actividad. Pensar en algo que se salga de la cotidianidad en un espacio tan cotidiano no es tarea fácil, y sé que cada una de las 12 personas del grupo pensó en algo pero entre todos pudimos construir un espacio que nos gustara a todos.

    Desde una perspectiva más personal, para mi fue muy dificíl ser parte tan activa de la actividad (y creo que se notó en el vídeo :)) ya que me cuesta la naturalidad necesaria, pero a la vez fue algo muy divertido y que disfrute mucho, ya que mientras me subía y me bajaba del ascensor veía cómo la gente miraba lo que hacíamos, pudiendo ver cómo los podíamos sacar de la cotidianidad que finalmente era lo que estabamos buscando, cómo volver un espacio público algo más cercano y privado.
    Hubo un momento específico que me pareció chocante y fue cuando ya finalziando la actividad, y esperando el ascensor en el piso 1 nos subimos y ya estaba todo desmontado. Volver a ver ese espacio vacío y como si no hubiera pasado nada fue una prueba clara de que lo que hicimos estaba salido de su ámbito normal, y aun con el shock que causó ver el ascensor así, nos subimos y nos fuimos al PP como si nada hubiera pasado.

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  3. A través de este ejercicio pude entender algunas cosas que el cuidado puede brindar a la hora de hablar del tiempo, y cómo a través de él logramos ejecutar acciones que implican una preocupación por el otro. Quisiera destacar como la “lentitud” e ir a ritmos no acelerados implica como lo dice Rodríguez en su lectura “De la Lentitud”, que el ser en un tiempo determinado, implica una “estética” como una reflexión sobre esas sensaciones que desembocan en signos, como lo quisimos mostrar a la hora de decorar un espacio como el ascensor de la universidad, lo cual nos dejó ver signos en las personas como el recibir o no el chocolate que se les ofrecía, acceder a sentarse en las sillas que pusimos para que fueron usadas, o incluso, entender las malas caras o simplemente el ignorar la situación, develan todas esas sensaciones y signos de las que puede tratar la estética a la hora de hablar de un espacio y de los ritmos de tiempo que desembocan en él. Por otra parte, hay una “ética”, que muestra disposiciones, un modo de habitar con ese otro y con los otros, así sea por simples segundos o minutos en un ascensor, como lo es en este caso. ¿Cómo actuamos en un ascensor? ¿Cómo es nuestra relación con el otro? ¿Sabemos que hay un otro u otros al lado nuestro? ¿Los determinamos? O simplemente cada vez la situación se hace tan cotidiana y se naturaliza sin llegar a entender que hay otro como yo al lado mío?
    Quise ver este ejercicio a modo reflexivo, mirando cómo a través de un actuar del otro veo mi propio actuar, es decir que aparte de poder crear un momento en que la gente se sintiera “cómoda o incomoda”, el compartir con los compañeros para poder hacer lo planeado para el ejercicio, pude ver cómo también yo logró crear esas disposiciones, esa ética y esa estética en un espacio como el ascensor. Se trata de ver al igual que en el cuidado, cómo el tiempo implica modos de hacer, de actuar, de sentir y de ser en el mundo, en referencia a mí mismo pero también con los otros y cómo es esa relación en torno a un espacio habitable como el ascensor de la PUJ.

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  4. ¿Qué significa salir de la cotidianidad? ¿Qué implica ello? ¿Qué pretendemos saliendo de la rutina? Me he escuchado decir infinitas veces que me gustaría salir de la cotidianidad, que quisiera hacer cosas diferentes a las que habitualmente hago, que odio la fuerza de la costumbre porque termina uno haciendo todo por inercia y la vida deviene mecánica y a veces inconsciente. He escuchado a muchas personas decir que la idea de hacer algo diferente es salirse de esa cotidianidad que tanto les abruma. Pero yo me pregunto, ¿Qué es lo que nos abruma tanto de ella?

    Esto me lo he preguntado después de realizar el flasmob en el ascensor de la PUJ. Decíamos- mis compañeros y yo- que la idea de este ejercicio consistía en sacar a la gente de su cotidianidad, de su vida acelerada, rápida, mecánica e impaciente. Decíamos que queríamos regalarles un tiempo de calidad, un tiempo donde se privilegiara la lentitud (en medio de un ascensor que sube y baja aceleradamente), decíamos que queríamos poner este espacio bonito y agradable. Teníamos un fin estético donde la gente pudiera percibir la belleza del tiempo lento y el lugar en el que habita. Teníamos también un fin ético que resaltaba la lentitud como el valor máximo en medio del régimen de aceleración al que estamos sometidos en, valga la redundancia, nuestra vida cotidiana urbana, moderna y capitalista.

    Sin embargo me quedé pensando que un ascensor no significa solamente celeridad, agilidad o rapidez, significa también comodidad. La gente ingresa a este porque quiere desplazarse de un lugar a otro sin tener que moverse. Sí, el tiempo es un valor que prima a la hora de decidir entre subir escaleras o irse en ascensor, pero no es lo único que se toma a consideración. La comodidad es otro valor que se considera. Ya sé que me dirán ¿Qué comodidad hay en desplazarse dentro de un lugar angosto, apretado, sin suficiente oxígeno, en el que convergen multiplicidad de olores y aromas, donde no hay mucho espacio y todos están muy cerca de todos? Pero recuerden que el ascensor, al igual que el bus, el transmilenio o el carro se nos presentaron en un principio como espacios donde la gente pudiera transitar de un lugar a otro más rápida y cómodamente. Hay gente que prefiere entrar en el ascensor que subir 5 pisos. Hay gente que prefiere pagar un bus que caminar 20 minutos aun cuando tienen tiempo. Lo que incomoda en parte, es que estos (el bus, el ascensor) son espacios en los que no se diferencia una esfera pública de una privada, al contrario, se mezclan y se confunden. Y obvio que incomoda porque somos sociedades individualizadas que tenemos la esfera pública y privada milimétricamente separadas, y nos molesta profundamente que se mezclen los límites que hemos construido o se nos han impuesto, porque no sabemos cómo actuar frente a la proximidad de un “otro distante”.

    Ahora bien ¿Que tan acogedor fue el espacio que creamos si las personas entraban con cara de “qué es esto”? E incluso algunas hasta se sintieron incomodas porque se les saco su rutina habitual, porque se les obligo, sin querer, a que respondieran de una manera diferente frente a un estímulo externo diferente. Yo también me hubiera sentido incomoda. De hecho me sentí incomoda aun sabiendo en qué consistía la dinámica. Me quedé pensando en la capacidad que tenemos de responder frente a estímulos que se salen de lo convencional. Lo que pude ver es que la mayoría de personas que solemos decir que nos incomoda la rutina, no queremos salir de ella porque no queremos actuar de manera distinta.



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  5. En efecto, si queríamos romper la rutina con nuestra intervención, pues eso hicimos. Fraccionamos los límites y normas que se tienen para la co-existencia interdependiente dentro de un ascensor. Al pasar los días y viendo el flashmob desde el ángulo de espectadora, creo nadie puede salirse de la cotidianidad, siempre estamos inciertos en ella porque vivimos el aquí y el ahora. Lo que hicimos fue jugar con las posibilidades y las incógnitas que brinda la vida diaria. Nadie nunca sabe que le va a suceder a la vuelta de la esquina y mucho menos sabe que va a pasar cuando se abra la puerta del ascensor. Lo que quiero resaltar aquí es el valor de la “Cotidianidad” de la que hablaban las Precarias a la deriva, como un espacio con potencial revolucionario del cuidado, en el que se prima el imperativo del beneficio y se orienta hacia nuestro enriquecimiento como seres humanos. En este caso la rutina no es la que abruma, lo que abruma es la manera como es vivida, lo que abruma es el poco espacio que le damos a la sorpresa, a la incógnita pues somos (algunos) poco receptivos frente a los cambios pequeños.
    Creo que en este ejercicio, sin pensarlo, resaltamos dos cosas: la cotidianidad como valor potencial para realizar cuidados y para cuidarnos; y la interdependencia como el reconocimiento de la cooperación colectiva como herramienta para politizar el cuidado. De ahí que crea que lo que realizamos fue una huelga de cuidados como práctica cotidiana, que no se agota nunca porque la cotidianidad no termina jamás, porque estamos en ella. La pregunta que me hago ahora es ¿Cómo queremos vivirla y habitarla? ¿De qué forma nos podemos abrir a nuevas maneras de cuidar en la vida diaria?

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  6. Con lo que aqui escribo no quiero restarle importancia a las sonrisas y caras de agrado de muchas de las personas que ingresaron al ascensor y estuvieron DISPUESTAS a ver, escuchar y percibir de manera abierta. tampoco le resto importancia a la actividad colaborativa que realizamos en grupo, porque en realidad fue muy gratificante el trabajo con los 12 que estuvimos minuto a minuto compartiendo ideas, aportando y ayudando lo que más podiamos. Lo que escribi anteriormente hace parte de una reflexion personal, porque cuiestioné mi lugar dentro del flasmob, porque son cosas que he venido pensando tiempo atrás. Creo que para cuidar hay que estar dispuestos a hacerlo y que lo hagan con nosotros. de ahi que me pregunte por ¿ como queremos vivir la vida cotidiana para que esta sea un espacio que tome como centro el cuidado por nosotros y el entorno que nos rodea?

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  7. Este ejercicio desde el comienzo género en mi demasiadas emociones; por un lado temor por la manera en que íbamos a ejecutar nuestra idea, expectativas por las actitudes que las personas pudieran tomar al respecto, así como también, alegría porque para mí esta clase de ejercicio se presentaba como la oportunidad de generar reacciones en la gente que nunca antes había pensado crear y que sola tampoco hubiese sido posible ejecutar.

    Así, el ejercicio me llevo a pensar que efectivamente en nuestra vida cotidiana como estudiantes, trabajadores o simples transeúntes en la ciudad todas nuestras actividades y nuestros objetivos los realizamos como si estuviéramos en una batalla contra reloj, percibimos el flujo de la vida con una rapidez que naturalizamos porque nos han enseñado que el tiempo de vez en cuando procura ser nuestro enemigo, ese otro que tenemos que vencer y el cual puede jugar en nuestra contra, por lo que cada espacio en el que debemos esperar en el que el control de ese tiempo se sale de nuestras manos nos genera grandes desafíos respecto al modo en que llevamos y planeamos nuestra vida.

    Para mí la realización del Flash-Mob fue interesante en tanto nos generaba espacios en los que era importante observar como para nosotros mismos se tornó complicado planear la manera de introducirnos y modificar el espacio de manera tal que sugiriera pensarlo desde otra perspectiva, imaginarnos cómo íbamos a referirnos a las personas y que dirían ellas al respecto fue un acto de reflexión y de imaginación bastante fuerte, en donde dejábamos ver nuestras reflexiones acerca del ejercicio y sacaba a relucir la mayoría de actitudes “cotidianas o normales” que tomaríamos al respecto si hiciéramos parte del ejercicio sin conocer su fin último; por lo que partir del hecho de grabar tomar fotografías y esperar una respuesta de otros que al igual que nosotros la mayoría del tiempo no reflexiona acerca del entorno, lo que vive y como lo vive era difícil y nos mantuvo a todos con mucho nerviosismo.

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  8. Ya para cuando teníamos todo montado, también fue muy importante ver como nosotros intentábamos interactuar con el entorno y la gente, siempre asumiendo el hecho de que para nosotros tampoco era muy normal realizar esta clase de actividades o intervenciones en espacios de la universidad, considero que fue un buen trabajo, en tanto intentamos desaparecer nuestros miedos acerca de preguntar a la gente por cómo se encontraban, de ofrecerles bebidas o dulces a las personas que durante cortos trayectos habitaron el ascensor y de realizar de la manera más “natural “ nuestro ejercicio; Por lo que fue muy bonito ver que las reacciones de la mayoría fueron de agradecimiento y de alegría, posando una sonrisa en sus rostros, observando de manera agradable el espacio e intentando desaparecer el imaginario del espacio siempre como algo rutinario, igual o simplemente como un espacio sombrío y frio.

    A este respecto, para mí el lugar suponía un espacio muy familiar, asumía un ambiente mucho más animado, con vida que en ultimas era nuestro objetivo, pues lo que buscábamos era que como se llamó el Fash-Mob la gente que pudiera subirse al ascensor sintiera ese espacio Tan suyo como su casa, intentando referir y reflexionando acerca de las maneras en que nosotros mismos vivimos los lugares y los habitamos dependiente de nuestras necesidades, de nuestros objetivos y desde lo que se propone para su uso, por lo que para mí, pensar en la colocación de imágenes, de sillas, de colores y de personas que estuvieran al pendiente del recorrido o que simplemente intentara crear un espacio de conversación o de relación, fue interesante en tanto logro sacer de la cotidianidad a las personas que por cortos tiempos hicieron uso de este lugar, además porque todos nuestros mensajes intentaban buscar una reflexión acerca del tiempo y de la velocidad en la que vivimos y las formas en que gastamos nuestro tiempos vitales para realizar unas u otras actividades. Por eso, desde el principio para mí el ejercicio y la forma en que lo planeamos sugirió pensar en todo momento lo maravilloso que sería poder encontrarse de vez en cuando con esta clase de cosa, con personas que estén a tu lado y que te saluden, con que te ofrezcan un vaso de agua, un dulce, un asiento, con que te den una sonrisa, un hasta luego o simplemente un gracias, un hasta pronto o un buen día, luego de realizar el ejercicio lo que pensaba y aun pienso es que sería magnífico poder encontrar y lograr modificar a nuestro paso cada espacio que habitamos, resinificando el valor y el uso que de ellos tenemos y creamos, para pensar en eso diverso que existe en nuestro andar y eso dinámico de lo que hacemos parte.






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  9. Realizar este ejercicio personalmente fue muy satisfactorio pues consistió en aplicar y compartir las reflexiones vistas en clase.

    Nuestro objetivo principal era el de proporcionar a las personas que utilizaran el ascensor en el que nos localizamos, un ambiente tranquilo, como si estuvieran en la sala de la casa. Queriamos propiciar un espacio para compartir, saludar, y preguntarle a la gente cómo le había ido aquel día. Tal ves sacarles una sonoriza mientras se comían el chocolate.

    Buscamos darle una pausa a la aceleración diaria. Una pausa en la que intentamos crear vínculos, así fueran efímeros. Estos vínculos no se dieron unicamente entre los usuarios del asensor y nuestros compañeros que estaban dentro saludando y ofreciendo los dulces, pues desde la labor que realizamos algunos como "espías", al subirnos de incógnitos en el asensor, logramos compartir con las demás personas que entraban su asombro y extraño agrado de recibir algo de un extraño.
    Digo extraño pues no estamos acostumbrados a esta clase de gestos generosos en Bogotá, pues esta ciudad también es un espacio en el que constantemente tenemos miedo. Hemos desarrollado ese instinto de protección y a estar prevenidos de cualquier gesto, así parezca amable, de desconocidos. Por ejemplo, hace poco un hombre en el transmilenio se ofreció a pagarme el pasaje pues mi tarjeta no me quería pasar. Yo no accedí porque todo fue muy extraño para mi, pero estoy segura que sus intenciones eran buenas pues a la persona que estaba atrás mio también le hizo ese favor. Ella si acepto y no paso nada más.

    Entonces, nuestro Flashmob creo que nos enseño varias cosas que tendremos en cuenta a lo largo de nuestras vidas, en relación al tiempo y, porque no?, a volver a confiar en las personas con las que compartimos. Aunque me pone muy triste que esto un cambio tan difícil pues la seguridad de Bogotá no lo permite. A veces pienso en cuantas conversaciones interesantes nos estamos perdiendo por miedo...

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  10. Desde el momento en que pensamos en intervenir el espacio del ascensor, tuve mayor precaución al usarlo, observando y tal vez, procurando desnaturalizarlo. Esto hizo evidente para mí, no sólo la actitud, posición y percepción en general de las personas al hacer uso de este espacio, sino también me sirvió de una forma reflexiva.

    Me di cuenta que el ascensor es un espacio que hace parte de mi cotidianidad y que tal vez por los ritmos agitados, por el hecho de que siempre que lo tomo voy justa de tiempo y por la individualidad que caracteriza el traslado de un lado a otro en nuestra ciudad la mayoría de veces, se generen límites que han cargado de individualidad este espacio, que hacen que el estar allí tenga una fuerte característica de obligatoriedad, donde reina un aire de incomodidad. No nos damos cuenta ni quiénes están al lado, los ritmos de vida que decidimos asumir y la individuación nos hacen ni siquiera querer saber con quiénes compartimos el espacio. Las relaciones se han tornado “oficiales”, como “institucionalizadas”, es decir, pareciera que necesitáramos que cada amistad y relación que entablamos esté mediada por alguien que nos presente, o por una institución que nos una, pero nos olvidamos muchas veces que constantemente estamos relacionándonos y así mismo cerrando las puertas a muchas relaciones. Esto no quiere decir confiar en todos, o tener intimidad con todos, pero si volver a comportamientos básicos que aportan a una ciudad más habitable, y son comportamientos sencillos como mirar a los ojos a las personas que nos rodean o tan solo no darles la espalda.

    Creo entonces, que parte de cuidar nuestra ciudad, los espacios que habitamos constantemente, nuestra cotidianidad, las personas con las que nos relacionamos, se ve estrechamente vinculado con la forma en la que nos apropiamos de los espacios que habitamos y en este caso, los espacios públicos. Creo que parte de cuidarnos y de cuidar a quienes nos rodean es desnaturalizar los ritmos que llevamos y las formas que adoptamos en dichos ritmos, donde las prioridades están marcadas, pero no significa que correspondan a la mejor forma de vivir: prioridades como creer que es más importante llegar rápido que saber si quiera quién está al lado tuyo. Así que, ¿de qué se trata la vida? Nuevamente nos enfrentamos a cuestiones básicas, ¿se trata entonces la vida de producir, o de vivir de la mejor manera tejiendo relaciones y preocupándote por quienes te rodean? No pretendo hacer una reflexión romántica, o decir que después de este escrito o de esta intervención mi vida cambió y ahora estaré al tanto de todos los que me rodean o que cambiaré mis ritmos de vida, pues es algo demasiado difícil de afrontar, pero si pretendo decir, que este tipo de intervenciones hacen visible lo que la vida que llevo trata de invizibilizar: Una forma de cuidarme y de cuidar a quienes me rodean, puede ser la manera misma en la que me apropio de los lugares que habitamos, y en la forma en la que pueda hacerlos más habitables para con quienes los comparto.

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  11. El ejercicio colectivo que realizamos en los ascensores más concurridos de la universidad, buscaba generar un espacio diferente a las personas que ese día y en ese momento, usaban el ascensor para dirigirse a sus labores o actividades pendientes.
    Mediante la adecuación inusual del ascensor, quisimos generar cuestionamientos sobre el espacio público, el tiempo acelerado y la individualidad a la que nos expone, la forma de vida en la que hoy nos encontramos sumergidos; no hay tiempo para nada, ni siquiera para comer pausada y tranquilamente.Y es por ello que nos desconectamos de nuestra humanidad y sensibilidad, pareciera que nos anulamos y en esa acción anuláramos al otro, hasta tal punto que se vuelve un invisible a mis ojos, (y gracias a los adorados audífonos) oídos, manos y mente. Es atendiendo al llamado de atención del curso, sobre la importancia del cuidado en el mantenimiento y sostenimiento de nuestras vidas, que hicimos el ejercicio. Haciendo énfasis en la manera en cómo vivimos actualmente el tiempo y el espacio, y cómo se han naturalizado los lugares de paso, como un lugar inhabitable, no aprovechable y de poco disfrute.
    Por ello decoramos el ascensor, cantamos, compartimos comida y bebida, ofrecimos gratas sonrisas y recibimos con cariño y calor, a las personas que abordaban el ascensor como parte de sus recorridos.

    Esperaba que el ejercicio primordialmente tocara e impactara a las personas, pero creo que sentimos el impacto mucho más en nosotros mismos. Hubo mucha emoción, todos sabíamos lo que debíamos hacer, pero era la incertidumbre de la reacción del otro, lo que nos mantuvo todo el tiempo a la espera de un algo, una reacción. La cual se reflejó en las sonrisas de la gente, la oportunidad para recibir un chocolate y para que recibiéramos unas largas despedidas.

    Fue muy corto el tiempo en el que se realizó el ejercicio, (quizá por la emoción del momento lo perciba así), pero fueron diversas las reacciones; pero seguro provocamos algo en todo aquel que experimentó el viaje en el ascensor ese día.

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