Por: Francisco Javier Bernal
Titube un poco al plantear este tema como asunto de cuidado, porque de acuerdo con la crítica expuesta por Luz Gabriela Arango (2011) al respecto de los trabajos de Sarah Tracy (2000) sobre los servicios turísticos en cruceros prestados por los y las trabajadoras, “las emociones de los empleados no son únicamente una respuesta a las situaciones de trabajo sino que son el trabajo mismo (…) “nuestra personalidad es nuestro trabajo” (Tracy, 2000:94) lo que significa que en tema de hostelería, hospedaje y turismo mostrarse amable y emocionalmente dispuesto a complacer al cliente implica crear en este una sensación de bienestar, que puede estar motivada más por generar un ambiente o “experiencia de servicio” de calidad, que un acto desinteresado de relacionarse con el otro, lo que en últimas supone la prestación de un servicio obligado y dirigido a la maximización de la utilidad económica.
Titube un poco al plantear este tema como asunto de cuidado, porque de acuerdo con la crítica expuesta por Luz Gabriela Arango (2011) al respecto de los trabajos de Sarah Tracy (2000) sobre los servicios turísticos en cruceros prestados por los y las trabajadoras, “las emociones de los empleados no son únicamente una respuesta a las situaciones de trabajo sino que son el trabajo mismo (…) “nuestra personalidad es nuestro trabajo” (Tracy, 2000:94) lo que significa que en tema de hostelería, hospedaje y turismo mostrarse amable y emocionalmente dispuesto a complacer al cliente implica crear en este una sensación de bienestar, que puede estar motivada más por generar un ambiente o “experiencia de servicio” de calidad, que un acto desinteresado de relacionarse con el otro, lo que en últimas supone la prestación de un servicio obligado y dirigido a la maximización de la utilidad económica.
Sin embargo, nosotros como familia que se está iniciando en esto de
acoger y arrendarle habitaciones a personas que vienen de otros países o de
acá, esta experiencia nos ha hecho repensar la visión economicista de las
relaciones de cuidado, en las en estas relaciones aparentemente y netamente
económicas (o mercantiles) como “el pago del hospedaje” no
se desarrollarían relaciones de cuidado entre
el “prestador del servicio” y el “consumidor”, entre el arrendador y
arrendatario.
Mencionare únicamente que la persona que ahora está en mi casa
es una chilena de 19 años que vino a Colombia (Es su segunda vez) haciendo
el papeleo respectivo para ingresar a una carrera de elevado precio en su país.
Cuando decidimos acogerla en mi casa, y respectivamente dejarle mi cuarto,
confieso haber pensado más que en la creación de un lazo de amistad
motivado por un sentimiento altruista, un interés de poder arrendar mi cuarto y
ganar dinero sin mucho esfuerzo (ya que al fin y al cabo hay varios cuartos más
disponibles). No obstante, antes de su llegada, en mi casa se respiraba un
ambiente de ansiedad: ¿le gustara la casa? ¿Nos encontrará agradables? ¿Se
sentirá bien? ¿Cómo hacemos para que se sienta lo mejor posible con nosotros?
¿Cómo conviviremos?, lo que se tradujo en la extraña sensación de que ese
servicio que íbamos a prestar, no implicaba un trabajo tanto de suplir la
necesidad de “bienes y servicios” básicos (como habitación, comida y ropaje),
sino que implicaba suplir necesidades de “afectos y relaciones” (Carrasco,
2003:6). Como ocio, cariño, compañía y guía.
Cuando ella llego, esa sensación casi generalizada de hacerle un
ambiente favorable o amigable, se tradujo en acciones concretas, ya que el
“cuidar del otro no es solo pensar en el otro (…) sino ante todo (…) producir
un trabajo que contribuye directamente a mantener o preservar la vida del otro
(Moliniere, Citada por Arango:2005: 93), que no solamente se resumía en
acomodar su ambiente (adecuar su espacio, abrir un espacio para sus
cosas, cocinarle y facilitarle el aseo en múltiples oportunidades) sino en la
necesidad de que las personas que la recibían en la casa “la hicieran sentir
como en su propia casa” (como invitarla a conocer la ciudad, que participara en
las dinámicas y salidas familiares, cocinar con ella, reír, acompañar o hablar)
en fin, actividades no estipuladas en el contrato. Actividades
que en la medida de lo posible y dependiendo a los cortos tiempos que tenemos
disponibles para realizarlas, se trataban de hacer cotidianamente, ya que es en
su continuidad que estas pueden asegurar el sostenimiento, de la calidad de
vida de nuestra hospedada, de nosotros y en general de la convivencia de
todos al interior de la casa .
Parece que lo importante y de acuerdo con el colectivo
precarias a la Deriva (2005) es que partamos de entender que en términos de
relaciones sociales, nos necesitamos unos a otros para cuidarnos y así cuidar
nuestro ambiente, aludiendo así al reconocimiento de "la
interdependencia" (Precarias a la Deriva , 2005: 7) como uno de los
fundamentos del mantenimiento de las relaciones sociales, que implica pensar la
interdependencia como un trabajo de todos, en el que todos deben contribuir.
Esto se reflejaba en mi casa en el intento de cultivar una relación
de comunicación, afecto y delimitación de
derechos y deberes dentro de la casa, de nosotros con la Chilena,
imperativos básicos para generar un ambiente de solidaridad social, apoyo,
convivencia, integración, relaciones agradables y respetuosas al interior de la
casa asegurando el bienestar de todos sus integrantes. Porque afín
al cabo, todos convivimos en la misma casa.
En el caso de mi familia, en muchas ocasiones, implico salirse del
contrato, de lo estipulado en su pago inicial para contribuir a preocuparse por
ella, como una actividad que implica reconocer “nuestras vulnerabilidades
o nuestras dependencias” (Moliniere,2012: 31) brindándole apoyo y
soporte, e intentando suplir la necesidad de "relaciones y afectos" ,
que se materializaban en las actividades anteriormente mencionadas; así
como de "bienes y servicios", trasladándola, brindando
comida y aseo según ella lo permitiese y nosotros pudiésemos,
o incluso preocuparse por sus formas de vida o decisiones (tratando de
aconsejarle cuales podrían ser las mejores elecciones y decisiones en un país
que no conoce). Acciones, que en todo caso constituyen tareas no
remuneradas más allá del pago inicial y realizadas por personas que no tuvieron
una calificación en servicios de hostelería y hospedaje.
Volviendo al inicio de este pequeño escrito, y de acuerdo de nuevo con
el colectivo Precarias (2005) pienso que “El cuidado está en esferas
mercantiles y en aquellas que se mantienen al margen del mercado(…)”
(ibid:7),por lo que puede concluir que incluso en las relaciones mediadas por
las transacciones económicas, como en el contrato de hospedaje en la casa de
una familia ajena, se pueden generar relaciones de cuidado y afecto, motivadas
por la necesidad de cuidar del otro como fundamento de una convivencia
pacífica y respetuosa, que al parecer surgen, incluso en
ambientes donde se privilegia las ganancias económicas por encima del bienestar
de las personas.
BIBLIOGRAFÍA:
- · Arango
Gaviria, L. G. (2011). El trabajo de cuidado ¿servidumbre, profesión o
ingeniería emocional? In L. G. Arango Gaviria & Molinier (Eds.), EL
trabajo y la ética del cuidado (La carreta., pp. 91-109)
Medellín.
- · Carrasco,
C. (2011). La sostenibilidad de la vida humana: ¿Un asunto de
mujeres? Mientras tanto, (82), 43-70.
- · Molinier,
P. (2012). El trabajo de cuidado y subalternidad. Bogotá, Colombia:
Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia.
- Precarias
a la Deriva. (2005). Una huelga de mucho cuidado (cuatro hipótesis).