Tensiones alrededor de la comida. Historia, modos de producción, moral ecología.
En la década de los 30 en Colombia se discutía de una forma racializada el concepto de nación; estas perspectivas abrieron discursos que leídos en nuestros días nos llegan a parecer eugenésicos y Wannabe. Pero usualmente considero que en Colombia se ha perdido gran parte del legado colonial por la falsa coincidencia del mestizaje. Hoy en Colombia no es común que las familias se identifiquen con un abolengo, con una raza o que puedan trazar de forma consiente sus nexos con un pasado colonial. Por supuesto no es contradictorio que en el país del “mestizaje” la diferencia cultural aún sea étnica, lo que nos lleva a pensar que seguimos reproduciendo lógicas del sistema racial como si estas lógicas hubieran sido la única enseñanza de la colonia. Pero las caras de sorpresa de gentes nórdicas al ver un latino repostulan la cuestión del pasado colonial; pues claro, ¿quién no estaría sorprendido al ver el color de la indiferencia? pensar nuestra historia nos aleja de la dolorosa condena de repetirla una y otra vez.
La historia de mi familia revela tal vez, como la historia de otras familias, la falsa conciencia del mestizaje; o tal vez, se tiene más presente la promesa del dinamismo del capital. Mi abuelo proviene de una familia muy pobre de Cundinamarca; su madre, llamada Rosa, era una mujer del campo la cual tuvo la oportunidad de enviudar tres veces. Con los muchos matrimonios vino el batallón de hijos y responsabilidades irresolubles; las tenciones de una familia pobre demasiado grande usualmente traen efectos finales que superan. Mi abuelo se marchó de su casa a los 11 años de edad a trabajar y responder por su vida. Al casarse con mi abuela, una mujer proveniente de una familia también campesina de Cundinamarca. En búsqueda de una estabilidad para su familia decidieron migrar hacia los llanos; a un, por ese entonces, pequeño pueblo llamado Acacias en el departamento del Meta. En este pueblo mi abuelo decidió abrir un pequeño negocio, el negocio de vender refracciones de carros de carga. Ya su pericia como cotero y mulero le había ganado algunos saberes respecto a la mecánica y funcionamiento de los carros; Para aquella época en que mi abuelo abrió su negocio, más o menos entrada la primera mitad y mediados de siglo XX, la abonanza agrícola en el país surgió efecto, pero como cosa extraña las riquezas no surgieron en el sector agrario, que después de reformas y legislaciones se vio en la quiebra, sino en las pequeñas industrias del cual se servía este. Mi abuelo pudo aprovechar en su negocio de refacciones la bonanza del campo. Mis tías y mi madre fueron educadas, como era costumbre en la época, por la iglesia católica. Estudiaron en el Internado del Sagrado Corazón de Mosquera y vivían en una casa tomada en arriendo en la zona de Chapinero en Bogotá. La mayoría de mis tías obtuvieron títulos profesionales y vivieron una vida tal vez menos intricada que la de mi abuelo.
Lo que es aquí aún más valioso, y por ello postulo este ejemplo, es que a través de nuestra mesa familiar se pueden tejer relaciones no solo con la acumulación de capital, sino con un legado campesino e indígena. Usualmente los fines de semana mi madre es la que cocina y siempre tendemos a adornar la mesa con platos complejos y que normalmente pertenecen a la cusine de otras partes del mundo, principalmente la italiana. Se podría pensar, pero se estaría cometiendo un error que nuestra mesa ha sufrido un refinación, An ability to buy the trappings of middle class life—occupy new homes in suburbia, drive a new car—all reinforced a superficial egalitarianism. This shallow equality was based on social competition and stood on an under-acknowledged foundation of class hierarchy defined by race, geography, and relative wealth. (Carlsson, C., & Manning, F. 2010. pp 931); Pero en nuestra reuniones, sobretodo en navidad y año nuevo, la tradición siempre es algo que nosotros llamamos “amasijo” lo cual se hace unos días antes de la fecha a celebra y se bate en conjunto mantecadas, biscochos, se hacen postres y sobre todo se hace el pan de sagu. Este misterioso pan es poco conocido, la siembra de su fruto solo se da en tierras frías como las de Gutiérrez Cundinamarca, pueblo del cual es oriundo mi abuelo. Anterior mente, no hace mucho, el empaque de esta harina era de papel craft y carecía de todo logotipo; actualmente ya tiene hasta nombre “chuntiva”, mi madre me explico que así se llamaba el pueblo de mi abuelo en tiempo precolombinos y que los indios Chuntivas habitaban esas montañas.
Por supuesto es impresionante el trabajo de la memoria en la comida, no solo en el sentido que podemos tejer algunas genealogías coloniales, sino también, una memoria de la infancia de mi abuelo, de mis tías, de mi madre y de las nuevas generaciones que también hemos construido redes de consumo con el sagu. Esta visión un poco desde la mirada de la soberanía alimentaria que hasta hoy acompaña a mi familia y atañe su pasado y seguramente su futuro pone en cuestión otras posturas como la huella ecológica que genera un producto que es demandado en una zona cálida como los llanos y que se cultiva en las altas montañas cundinamarquesas. “se hace patente la dependencia de toda ciudad con respecto a otros espacios lejanos que proporcionan bienes naturales que precisan sus habitantes para vivir”. (Puleo.2011. pp272) esto problematiza un poco la idealidad de consumir solo o únicamente lo que se produce en la inmediatez, pero por supuesto también cuestiona las depravaciones en que se cae por querer seguir con los hábitos alimenticios tradicionales.
Referencias
Puleo, A. (2011). Protagonistas de un nuevo mundo. In Ecofeminismo para otro mundo posible (Ediciones., pp. 267–315). Madrid, España.
Carlsson, C., & Manning, F. (2010). Nowtopia: Strategic Exodus? Antipode, 42(4), 924– 953. doi:10.1111/j.1467-8330.2010.00782.x