domingo, 23 de febrero de 2014



Bogotá, 23 febrero de 2014

Asuntos del cuidado

Sergio Quintana Rey

Estudiante

Que angustia la que produce la simplificación de las cosas. Preocupación la mía cuando descubrí el ritmo que, en Colombia, empezaron a tomar varios almacenes de cadena con una supuesta experiencia “express”. Rápido, sencillo, todo a la mano, el sueño del Fama hecho realidad.  Hey! pero la gota que reboso la copa, fue un cotilleo de la llegada de Starbucks a Colombia. Tan sólo fines macabros acompañan esta llegada, que sin lugar a duda ponen en entredicho la prioridad de la vida o por lo menos su belleza. 

¿Cómo hemos de cambiar el arte por la venta y banalización del mismo? ¿Cuáles son las necesidades de cambio que quieren imponer en el tiempo del café en Colombia? La suntuosidad, opulencia, elegancia que acompaña tanto la producción y las unidades de consumo del café en el país son tal vez el polo opuesto al modelo norteño de consumo del mismo. Por su parte los establecimientos en Colombia conocen muy bien la expresión e implicación de “estar entre tintos” entre ellos se discute, se estudia, se chismea, ¿qué no pasa en el tiempo del café? Por el contrario, la cafeína juega un papel funcional, desde algunas perspectivas función decadente, en las sociedades de operarios que se dicen primer mundo; el café se convierte en una forma de prolongar el tiempo comercial o laboral. El llamado take away produce cada vez más la pobre imagen de cientos de personas sin ganas o posibilidad de contemplar la vida. Borges en sus conferencias habla de la realidad más inmediata, el ciego que no conoce el color negro, porque si hay un color que se le esconde es el noir, tal perspectiva deja como característica la posibilidad del ver del ciego. Irse por lo dicho, dejarse soñar por otros, es vivir la vida que otros quieren para nosotros, es la fatal muerte de una vida desperdiciada, poco reflexiva, tan poco vivida.

No siempre pensar en la inclusión, en la democratización nos conduce a caminos “positivos”, tal vez nos adentran más a la masificación, a la muchedumbre, a la perdida de toda riqueza que se simplifica, tan banal tan simple.  No sé si la llegada de esta multinacional pretende cambiar el tiempo y las formas de tomar café. Pero tan solo su simple presencia pone de manifiesto que cada vez más la gente sucumbe a su muerte, a dormirse en el sueño que se les presenta como único, pierden la capacidad de soñar otros mundos, de enquijotarse (importante condición para vivir) y reflexionar. Aceptar que el interés debe situarse en el cuidado de las personas, significa desplazar el centro de atención desde lo público mercantil hacia la vida humana (Carrasco, pág. 23) reflexionar sobre cómo vivir mejor parece más fundamental que pensar en el crecimiento de la economía mundial, que sin lugar a dudas solo crece en el norte, donde solo existe abuso a los recursos humanos.  

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