lunes, 24 de febrero de 2014

HOSPEDAJE Y ALOJAMIENTO DE EXTRANJEROS COMO ASUNTO DE CUIDADO.

Por: Francisco Javier Bernal

Titube un poco al plantear este tema como asunto de cuidado, porque de acuerdo con la crítica expuesta por Luz Gabriela Arango (2011) al respecto de los trabajos de Sarah Tracy (2000) sobre  los servicios turísticos en cruceros prestados por los y las trabajadoras,  “las emociones de los empleados no son únicamente una respuesta a las situaciones de trabajo sino que son el trabajo mismo (…) “nuestra personalidad es nuestro trabajo” (Tracy, 2000:94) lo que significa que en tema de hostelería, hospedaje y turismo mostrarse amable y emocionalmente dispuesto a complacer al cliente implica crear en este una sensación de bienestar, que puede estar motivada más por generar un ambiente o “experiencia de servicio” de calidad, que un acto desinteresado  de relacionarse con el otro, lo que en últimas supone la prestación de un servicio obligado y dirigido a la maximización de la utilidad económica.

Sin embargo, nosotros como familia que se está iniciando en esto de acoger y arrendarle habitaciones a personas que vienen de otros países o de acá, esta experiencia nos ha hecho repensar  la visión economicista de las relaciones de cuidado, en las en estas relaciones aparentemente y netamente económicas (o mercantiles) como “el pago del hospedaje” no se desarrollarían  relaciones de cuidado entre el  “prestador del servicio” y el “consumidor”, entre el arrendador y arrendatario.

Mencionare únicamente que la persona que ahora está en mi casa es una chilena de 19 años que vino a Colombia (Es su segunda vez) haciendo el papeleo respectivo para ingresar a una carrera de elevado precio en su país. Cuando decidimos acogerla en mi casa, y respectivamente dejarle mi cuarto, confieso haber pensado más que en  la creación de un lazo de amistad motivado por un sentimiento altruista, un interés de poder arrendar mi cuarto y ganar dinero sin mucho esfuerzo (ya que al fin y al cabo hay varios cuartos más disponibles). No obstante, antes de su llegada, en mi casa se respiraba un ambiente de ansiedad: ¿le gustara la casa? ¿Nos encontrará agradables? ¿Se sentirá bien? ¿Cómo hacemos para que se sienta lo mejor posible con nosotros? ¿Cómo conviviremos?, lo que se tradujo en la extraña sensación de que ese servicio que íbamos a prestar, no implicaba un trabajo tanto de suplir la necesidad de “bienes y servicios” básicos (como habitación, comida y ropaje), sino que implicaba suplir necesidades de “afectos y relaciones” (Carrasco, 2003:6). Como ocio, cariño, compañía  y guía. 

Cuando ella  llego, esa sensación casi generalizada de hacerle un ambiente favorable o amigable, se tradujo en acciones concretas, ya que el “cuidar del otro no es solo pensar en el otro (…) sino ante todo (…) producir un trabajo que contribuye directamente a mantener o preservar la vida del otro (Moliniere, Citada por Arango:2005: 93), que no solamente se resumía  en acomodar su ambiente (adecuar su espacio,  abrir un espacio para sus cosas, cocinarle y facilitarle el aseo en múltiples oportunidades) sino en la necesidad de que las personas que la recibían en la casa “la hicieran sentir como en su propia casa” (como invitarla a conocer la ciudad, que participara en las dinámicas y salidas familiares, cocinar con ella, reír, acompañar o hablar) en fin, actividades no estipuladas en el contrato. Actividades que en la medida de lo posible y dependiendo a los cortos tiempos que tenemos disponibles para realizarlas, se trataban de hacer cotidianamente, ya que es en su continuidad que estas pueden asegurar el sostenimiento, de la calidad de vida de nuestra hospedada, de nosotros y en general de la convivencia de todos al interior de la casa .

Parece que lo  importante y de acuerdo con el colectivo precarias a la Deriva (2005) es que partamos de entender que en términos de relaciones sociales, nos necesitamos unos a otros para cuidarnos y así cuidar nuestro ambiente, aludiendo así al reconocimiento de "la interdependencia" (Precarias a la Deriva , 2005: 7) como uno de los fundamentos del mantenimiento de las relaciones sociales, que implica pensar la interdependencia como un trabajo de todos, en el que todos deben contribuir. Esto se reflejaba en mi casa en el intento de cultivar una  relación de comunicaciónafecto y delimitación de derechos y deberes dentro de la casa,  de nosotros con la  Chilena, imperativos básicos para generar un ambiente de solidaridad social, apoyo, convivencia, integración, relaciones agradables y respetuosas al interior de la casa asegurando el bienestar de todos sus integrantes.  Porque afín al cabo, todos convivimos en la misma casa.

En el caso de mi familia, en muchas ocasiones, implico salirse del contrato, de lo estipulado en su pago inicial para contribuir a preocuparse por ella, como una actividad que implica reconocer “nuestras vulnerabilidades o  nuestras dependencias” (Moliniere,2012: 31) brindándole apoyo y soporte, e intentando suplir la necesidad de "relaciones y afectos" , que se materializaban en las actividades anteriormente mencionadas; así como de "bienes y servicios", trasladándola, brindando comida y aseo según ella lo permitiese y nosotros pudiésemos, o incluso preocuparse por sus formas de vida o decisiones (tratando de aconsejarle cuales podrían ser las mejores elecciones y decisiones en un país que no conoce). Acciones, que en todo caso constituyen tareas no remuneradas más allá del pago inicial y realizadas por personas que no tuvieron una calificación en servicios de hostelería y hospedaje.

Volviendo al inicio de este pequeño escrito, y de acuerdo de nuevo con el colectivo Precarias (2005)  pienso que “El cuidado está en esferas mercantiles y en aquellas que se mantienen al margen del mercado(…)” (ibid:7),por lo que puede concluir que incluso en las relaciones mediadas por las transacciones económicas, como en el contrato de hospedaje en la casa de una familia ajena, se pueden generar relaciones de cuidado y afecto, motivadas por la necesidad de cuidar del otro como fundamento de una convivencia pacífica  y respetuosa,  que al parecer surgen, incluso en ambientes donde se privilegia las ganancias económicas por encima del bienestar de las personas.


BIBLIOGRAFÍA:

  • ·         Arango Gaviria, L. G. (2011). El trabajo de cuidado ¿servidumbre, profesión o ingeniería emocional? In L. G. Arango Gaviria & Molinier (Eds.), EL trabajo y la ética del cuidado (La carreta., pp. 91-109) Medellín.
  • ·         Carrasco, C. (2011). La sostenibilidad de la vida humana: ¿Un asunto de mujeres? Mientras tanto, (82), 43-70.
  • ·         Molinier, P. (2012). El trabajo de cuidado y subalternidad. Bogotá, Colombia: Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia.
  • Precarias a la Deriva. (2005). Una huelga de mucho cuidado (cuatro hipótesis).


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