Ingrid
Adriana Espitia Bétran.
El
cuidado en el hogar
Pensar en el cuidado
desde mi cotidianidad implicó reflexionar en qué tipo de situaciones y momentos
se ha hecho evidente el cuidado desde mi vida y experiencia personal. Al reflexionar
sobre esto, pensé en la importancia de la labor en el hogar y el cuidado de las
personas que conforman el mismo, pues como plantea Carrasco, las estrategias de
vida de las personas continúan organizándose desde el hogar de acuerdo al nivel
de ingresos y participación pública en las tareas del cuidado (2003:6). En mi
caso, es clara la importancia del hogar como lugar donde mi hermana y yo
crecemos, y es el cuidado en el hogar, especialmente de parte de mi madre y
abuela, el que estuvo y está presente en
la mayor parte de mi vida.
Cuando analizo la labor que ha realizado mi mamá y en su
momento mi abuela, pienso en esas
dimensiones objetivas y subjetivas del cuidado, pues llevar a cabo una acción
como preparar la comida para mi hermana y para mi, implica muchas más cosas que el simple hecho,
pues la acción de cocinar hace parte del sostenimiento vital del ser humano. El
cuidado en esta acción tiene una relación con lo que se cuida, con la vitalidad
y las relaciones y afectos que se tejen. Retomando a Carrasco, vemos que no
solo necesitamos de alimentarnos, vestirnos, protegernos sino también es
importante el cariño, los cuidados, aprender a establecer relaciones y vivir en
comunidad (2003:6). En mi caso la relación que he construido con mi mamá y
construí con mi abuela, han sido de cercanía, de cuidado, de pensar en el otro
u otra.
Ahora bien, cuando
pienso en la afirmación de Molinier “Las actividades domésticas estaban
excluidas. Las mujeres en el hogar no “trabajan”” (2012:15) veo que no está
lejos de las experiencias de mi abuela y madre en el momento en que mi hermana
y yo crecíamos, pues su labor (en su momento) únicamente estaba excluida al
hogar y el mantenimiento del mismo, considerado esto como un no trabajo, como actividades poco
productivas pero que eran necesarias para que otras personas como mi papá o
tíos pudieran tener una vida laboral activa, afuera del hogar. Desde esta experiencia el cuidado es parte
central en el hogar y las personas que conforman el mismo, pues tanto para mi
hermana, como para mí y mi papá, el
cuidado era y es parte esencial para tener una vida “productiva” y equilibrada emocional y físicamente.
El cuidado, como
actividad que incluye lo que hacemos para mantener, continuar o repara nuestro
mundo, de manera que podamos vivir lo mejor posible (…) (Molinier, retomando a
Tronto y Fescher. 2012:25) se convierte en parte de nuestra cotidianidad y
crecimiento como individuos que tejemos redes de cuidado con el fin de
sobrevivir. Mi experiencia con mi madre y abuela da cuenta de las actividades
de cuidado que muchas veces son precarizadas, en el sentido que no son
reconocidas en términos económicos y/o simbólicos, pues dedicarse a labores del
hogar y del cuidado, implican ciertos esfuerzos a la hora de realizar
actividades como cocinar, cuidar, vestir, lavar etc. que deberían ser
reconocidos por quienes son cuidados.
Desde Precarias a la
Deriva (2005), mi experiencia personal
tiene 3 elementos importantes que ellas mencionan a la hora de hablar del
cuidado: la interdependencia, la transversabilidad y cotidianidad. La
interdependencia, como cooperación es evidente en la red de apoyo que
significaron en su momento mi madre y mi abuela durante diferentes etapas de
crecimiento; la transversalidad, siendo el cuidado parte de la vida y no solo
de algunos espacios, es clara al tener a estas dos personas en casi todos los
ámbitos de mi experiencia como : el colegio, el hogar, los juegos, el estudio, etc.;
y la cotidiana, como situaciones del día a día, se ejemplifica en el
acompañamiento constante que recibo y recibí de ellas durante mi vida.
El día de hoy veo que
el cuidado ha configurado parte de la vida y que esas redes de apoyo y de
cuidado han hecho parte no solo de mi experiencia de vida sino de personas que conforman el hogar como mi papa,
siendo el cuidado parte fundamental para la vitalidad y sostenimiento de un
hogar y quienes lo conforman. Analizar el cuidado en el hogar es interesante en
el sentido que, desde mi experiencia, permite ponerlo en el centro, como parte
de la vida y mi experiencia de años atrás.
Bibliografía:
MOLINIER, P. (2012). El trabajo de cuidado y la
subalternidad.: Escuela de Estudios de Género. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.
CARRASCO, C. (2001). La sostenibilidad de la vida
humana: ¿Un asunto de mujeres? Mientras Tanto, (82), 43–70.
PRECARIAS A LA DERIVA (2005). Una huelga de mucho
cuidado (Cuatro hipótesis).
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ResponderEliminarDefinitivamente las relaciones de cuidado van mucho más allá de simplemente satisfacer ciertas necesidades básicas como mantener el hogar, lavar los trastes, la ropa y alimentar. Todo ese cuidado se ve atravesado por unas relaciones afectivas. Con el ejemplo de Ingrid queda claro que muchas de las prácticas del cuidado brindan ciertas comodidades al beneficiado, es decir a quien recibe de los cuidados, lo cual le permite un espacio para actividades consideradas como más importantes por su valor económico o cultural. Por ejemplo a los hombres del hogar se les otorgan ciertos espacios pensados y nombrados como "tareas nobles" tales como la consagración al estudio,al ocio y al descanso. Como bien lo afirma Pascale Molinier:
ResponderEliminar"Los beneficiaros ganan en confort, en tranquilidad de espíritu y en disponibilidad para consagrarse a otras actividades estimadas como más importantes en el plano monetario, cultural o en cualquier otro. Esto les permite tener el tiempo para descansar, e incluso para consagrarse a tareas “nobles” de cuidado como las educativas, de escucha o de apoyo a sus parientes cercanos, esposos o hijos."
(2011: 22)
Y sí como bien lo anuncia Ingrid, el cuidado está en el centro del hogar y si éste se cae todo alrededor, la estructura familiar y el bienestar de cada uno, se cae. Las madres y las abuelas son una clara respuesta ante la pregunta de ¿quién cuida?. La vida, el vestir, la alimentación, los sentimientos y el día a día responde ¿qué se cuida? y los hombres del hogar y en este caso las hijas confirman a quiénes se cuida. A muchas mujeres desde pequeñas (me incluyo) nos han inculcado esa característica de cuidadoras y portadoras de la vida que parecería ser innata debido a la imposición de nuestra condición biológica y a la reproducción de un pensamiento patriarcal que nos domina en cuanto a qué significa ser una mujer y en cuanto a cuáles son nuestros respectivos deberes y actividades.