lunes, 3 de marzo de 2014

Ingrid Adriana Espitia Bétran.

El cuidado en el hogar

Pensar en el cuidado desde mi cotidianidad implicó reflexionar en qué tipo de situaciones y momentos se ha hecho evidente el cuidado desde mi vida y experiencia personal. Al reflexionar sobre esto, pensé en la importancia de la labor en el hogar y el cuidado de las personas que conforman el mismo, pues como plantea Carrasco, las estrategias de vida de las personas continúan organizándose desde el hogar de acuerdo al nivel de ingresos y participación pública en las tareas del cuidado (2003:6). En mi caso, es clara la importancia del hogar como lugar donde mi hermana y yo crecemos, y es el cuidado en el hogar, especialmente de parte de mi madre y abuela, el que estuvo y está presente  en la mayor parte de mi vida.

Cuando analizo  la labor que ha realizado mi mamá y en su momento mi abuela,  pienso en esas dimensiones objetivas y subjetivas del cuidado, pues llevar a cabo una acción como preparar la comida para mi hermana y para mi,  implica muchas más cosas que el simple hecho, pues la acción de cocinar hace parte del sostenimiento vital del ser humano. El cuidado en esta acción tiene una relación con lo que se cuida, con la vitalidad y las relaciones y afectos que se tejen. Retomando a Carrasco, vemos que no solo necesitamos de alimentarnos, vestirnos, protegernos sino también es importante el cariño, los cuidados, aprender a establecer relaciones y vivir en comunidad (2003:6). En mi caso la relación que he construido con mi mamá y construí con mi abuela, han sido de cercanía, de cuidado, de pensar en el otro u otra.

Ahora bien, cuando pienso en la afirmación de Molinier “Las actividades domésticas estaban excluidas. Las mujeres en el hogar no “trabajan”” (2012:15) veo que no está lejos de las experiencias de mi abuela y madre en el momento en que mi hermana y yo crecíamos, pues su labor (en su momento) únicamente estaba excluida al hogar y el mantenimiento del mismo, considerado esto  como un no trabajo, como actividades poco productivas pero que eran necesarias para que otras personas como mi papá o tíos pudieran tener una vida laboral activa, afuera del hogar.  Desde esta experiencia el cuidado es parte central en el hogar y las personas que conforman el mismo, pues tanto para mi hermana, como para mí y  mi papá, el cuidado era y es parte esencial para tener una vida “productiva”  y equilibrada emocional y físicamente.

El cuidado, como actividad que incluye lo que hacemos para mantener, continuar o repara nuestro mundo, de manera que podamos vivir lo mejor posible (…) (Molinier, retomando a Tronto y Fescher. 2012:25) se convierte en parte de nuestra cotidianidad y crecimiento como individuos que tejemos redes de cuidado con el fin de sobrevivir. Mi experiencia con mi madre y abuela da cuenta de las actividades de cuidado que muchas veces son precarizadas, en el sentido que no son reconocidas en términos económicos y/o simbólicos, pues dedicarse a labores del hogar y del cuidado, implican ciertos esfuerzos a la hora de realizar actividades como cocinar, cuidar, vestir, lavar etc. que deberían ser reconocidos por quienes son cuidados.

Desde Precarias a la Deriva (2005),  mi experiencia personal tiene 3 elementos importantes que ellas mencionan a la hora de hablar del cuidado: la interdependencia, la transversabilidad y cotidianidad. La interdependencia, como cooperación es evidente en la red de apoyo que significaron en su momento mi madre y mi abuela durante diferentes etapas de crecimiento; la transversalidad, siendo el cuidado parte de la vida y no solo de algunos espacios, es clara al tener a estas dos personas en casi todos los ámbitos de mi experiencia como : el colegio, el hogar, los juegos, el estudio, etc.; y la cotidiana, como situaciones del día a día, se ejemplifica en el acompañamiento constante que recibo y recibí de ellas durante mi vida.

El día de hoy veo que el cuidado ha configurado parte de la vida y que esas redes de apoyo y de cuidado han hecho parte no solo de mi experiencia de vida sino de  personas que conforman el hogar como mi papa, siendo el cuidado parte fundamental para la vitalidad y sostenimiento de un hogar y quienes lo conforman. Analizar el cuidado en el hogar es interesante en el sentido que, desde mi experiencia, permite ponerlo en el centro, como parte de la vida y mi experiencia de años atrás.

Bibliografía:

MOLINIER, P. (2012). El trabajo de cuidado y la subalternidad.: Escuela de Estudios de Género. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

CARRASCO, C. (2001). La sostenibilidad de la vida humana: ¿Un asunto de mujeres? Mientras Tanto, (82), 43–70.

PRECARIAS A LA DERIVA (2005). Una huelga de mucho cuidado (Cuatro hipótesis).





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  5. Definitivamente las relaciones de cuidado van mucho más allá de simplemente satisfacer ciertas necesidades básicas como mantener el hogar, lavar los trastes, la ropa y alimentar. Todo ese cuidado se ve atravesado por unas relaciones afectivas. Con el ejemplo de Ingrid queda claro que muchas de las prácticas del cuidado brindan ciertas comodidades al beneficiado, es decir a quien recibe de los cuidados, lo cual le permite un espacio para actividades consideradas como más importantes por su valor económico o cultural. Por ejemplo a los hombres del hogar se les otorgan ciertos espacios pensados y nombrados como "tareas nobles" tales como la consagración al estudio,al ocio y al descanso. Como bien lo afirma Pascale Molinier:

    "Los beneficiaros ganan en confort, en tranquilidad de espíritu y en disponibilidad para consagrarse a otras actividades estimadas como más importantes en el plano monetario, cultural o en cualquier otro. Esto les permite tener el tiempo para descansar, e incluso para consagrarse a tareas “nobles” de cuidado como las educativas, de escucha o de apoyo a sus parientes cercanos, esposos o hijos."
    (2011: 22)


    Y sí como bien lo anuncia Ingrid, el cuidado está en el centro del hogar y si éste se cae todo alrededor, la estructura familiar y el bienestar de cada uno, se cae. Las madres y las abuelas son una clara respuesta ante la pregunta de ¿quién cuida?. La vida, el vestir, la alimentación, los sentimientos y el día a día responde ¿qué se cuida? y los hombres del hogar y en este caso las hijas confirman a quiénes se cuida. A muchas mujeres desde pequeñas (me incluyo) nos han inculcado esa característica de cuidadoras y portadoras de la vida que parecería ser innata debido a la imposición de nuestra condición biológica y a la reproducción de un pensamiento patriarcal que nos domina en cuanto a qué significa ser una mujer y en cuanto a cuáles son nuestros respectivos deberes y actividades.

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