Alzheimer como asunto del cuidado, precarización del mundo.
Aquellas tardes del mes de diciembre en que la casa materna,
como nunca antes en el año, se llenaba de gente, de cuentos, de esperanzas de
un volver a encontrarnos. Por la casa, mi abuela desperdigaba sofás, cojines y
muebles para dar posada en su morada, que cada año recibía a su pasado y su
futuro. Diciembre significaba la remembranza de los días gratos, el reencuentro
con hijos y nietos y el anhelo de nuevos días juntos. Son los días de aquel mes
de diciembre y también sus sueños los que hoy traen del recuerdo la melancolía
de un pasado extinto.
El destino de una enfermedad, que tal parece la muerte, ha
dejado atrás los días luminosos de aquel mes ahogados en la zozobra de soportar
el olvido total de la vida. La abuela yace ya sin vida en un apartamento del
occidente de la ciudad; aquel cuerpo carente de sentido no recuerda, no habla,
no sueña. Todo lo que fue se esconde bajo la cara del Alzheimer. Ya la familia
duele la enfermedad, soporta con nostalgia la cara afable de una muerte que
evoca la vida. Tal dolor impidió que la abuela fuera acogida en una casa,
impuso un espacio aparte, propio y un cuidado que solo podría ser concebido por
fuera de los lazos familiares. Un cuidado que depende de un salario y una condición económica determinada del
cuidador, casi simpre unamujer proveniente del campo. Lo irónico es que las
cuidadoras, que han sido removidas tantas veces, no cuidan solamente a la
abuela en lo físico; también cuidan las preocupaciones, significados y hasta
prejuicios de mis tíos y mi padre, que le imponen a esta compleja trama más tensiones.
Puede que exista una precarización solo de pensar que la abuela,
que cuidó de la familia entera, esté relegada a la soledad de su condena. Su
trabajo como matriarca marcó la vida de muchos de nosotros y por ende su
enfermedad es la cruz que cargamos los que la vimos. Para cuidar de sí, para no
vivir con el dolor de la realidad, para ocultar y poder vivir, como la mejor
tragedia griega, hay que quitarse los ojos para no ver. El relegar el cuidado
es una decisión que no está cargada de la invisivilización del cuidado, sino todo
lo contrario, está cargada de la reflexión de que es imposible llevar a cabo
tales labores (ya sea por condiciones emocionales, de género o económicas).
Esta posición implica una cadena de dependencia de mi abuela a la cuidadora y
de esta a mis tíos y Padre y de ellos a las dos; cadena que no es totalmente
económica sino que implica el manejo y sostenibilidad de la vida para todos. Moliner
define el trabajo del cuidado como conjunto de actividades que responden a las
exigencias propias de las relaciones de dependencia. Para esta autora cuidar
del otro no es sólo pensar en el otro, preocuparse intelectual y afectivamente
por él, sino ante todo hacer algo, producir un trabajo que contribuye a mantener
o preservar la vida del otro (Arango, 2007); así un problema de la abuela mas
emocional que de otra índole en la actualidad encuentra un solución en el
mercado, en el consumo de una fuerza del trabajo para el cuidado. De esta
forma, el problema del cuidado no se estaría solventando sino sencillamente
adquiriendo dimensiones más amplias, de alguna manera, se estaría
“globalizando”. (Carrasco, p23) poniendo de manifiesto la crisis del cuidado.
Bibliografía.
Carrasco, C. (2001). La sostenibilidad de la vida humana:
¿Un asunto de mujeres? Mientras Tanto, (82), 43–70.
Arango Gaviria, L. G. (2011). El trabajo de cuidado
¿servidumbre, profesión o ingenieria emocional? In L. G. Arango Gaviria &
P. Molinier (Eds.), El trabajo y la ética del cuidado (La Carreta., pp.
91–109). Medellín.
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ResponderEliminarRelacionar el asunto de los cuidados con el Alzheimer me parece un excelente tema, por ello me parece que tu investigación se debió haber hecho un poco más detallada, pudiste haber mostrado las tareas que tienen que realizar las mujeres que cuidan de tu abuela, de que manera la cuidan, que lazos afectivos han creado con ella. Seguramente esto te hubiera arrojado datos muy interesantes.
ResponderEliminarPor otra parte me gustó que hayas mostrado como antes tu abuela era la que cuidaba de todos y ahora ella es la que debe ser cuidada por lo demás, porque tal como lo dice Carrasco, el cuidado sigue el ciclo de la vida, por ello se intensifica cuando las personas llegan a ser adultos mayores: “Una de las características importantes del trabajo de los cuidados es que su realización no es lineal, sino que sigue el ciclo de la vida: se intensifica notablemente cuando se cuida a personas dependientes”.
Igualmente me gusto la cita que hiciste de Moliner y la relación que esta cita tiene con el tema, tal vez lo principal del trabajo del cuidado es tratar de preservar la vida del otro.
Me parece interesante que hayas mirado la precarización desde la historia de vida de tu abuela, pero también hubiera sido bueno que lo hubieras visto la precarización desde el punto de vista de las personas que cuidan de tu abuela.
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ResponderEliminarEn general me gusta el estilo literario que Sergio le trata de dar a su ejemplo, solo que a veces, se concentra más en la forma del texto que en el contenido etnográfico del mismo. Haciendo evidente, que sus proposiciones carecen de sustentación etnográfica.
ResponderEliminarSiento que el tema que selecciono le toca mucho, lo digo por los recuerdos y añoranzas de los viejos tiempos compartiendo con la abuela, que el narra y el impacto emocional que implico verla en tal situación. Impacto que está muy presente en su escrito y siempre es mostrado como algo que cambió la dinámica familiar.
Sin embargo, destaco que pudo reconocer varias dimensiones del cuidado que hemos visto con las diferentes autoras abordadas en el curso, por ejemplo el cuidado en sus dimensiones subjetivas y objetivas como lo plantea (Carrasco, 2001:6) “(…)-que responderían más a necesidades biológicas- y otra más subjetiva que incluiría los afectos, el cuidado, la seguridad psicológica, la creación de relaciones y lazos humanos, etc.”, aunque más que describir las acciones concretas se limitó a decir su cualidad “lo físico; también cuidan las preocupaciones, significados y hasta prejuicios” pero no pude ver, ni imaginar las acciones concretas de las cuales salen estas categorías, como por ejemplo, como se puede ver lo físico o lo emocional materializado en actos, gestos, palabras o etc…
También, en esta misma medida, reconozco que también pone en evidencia el cuidado como un acto transversal que implica trabajo tanto remunerado como no remunerado como proponen (precarias a la Deriva, 2005: 4), cuando por ejemplo; muestra como no solamente la señora que cuida a su abuela, la cuida en sus necesidades físicas y subjetivas (remuneradas) sino que trata de conciliar los prejuicios de sus tíos a causa de su enfermedad, acto que aunque no remunerado, implica generar o crear un ambiente conveniente para que el cuidado se dé lo mejor posible.
Me parece importante que haya resaltado que existe una cadena de dependencia entre la cuidadora, sus tíos y la abuela misma, que implica pensar el cuidado en términos de inter-dependencia, en donde “las personas dependemos unas de otros” (Precarias, 2005: ibíd.) para ser cuidados. Pero pienso que falto detalle etnográfico para ver o saber cómo funciona, en que prácticas, discursos se ve reflejada más claramente, esta cadena o estas relaciones.
Finalmente como Sergio lo manifiesta, me parece que este ejemplo tiene potencial para explorar etnográficamente “la crisis de los cuidados” en tanto se puede evidenciar como por diferentes razones que Sergio describe como “emocionales, de género o económicas”, el cuidado no es asumido por su familia sino delegado a una tercera persona, que como el menciona, es una mujer proveniente del campo. En esta medida me hubiera gustado más encontrar o profundizar más en una descripción reflexiva que hubiera ligado la falta de estos recursos, con relación a la contratación de terceros para prestar este servicio.
En términos generales, me pareció un ejemplo que tiene mucho potencial para explorar etnográficamente las dimensiones del cuidados y la “crisis de los cuidados”, como Sergio muestra a lo largo de su escrito; pero siento que falta sustento etnográfico o descripciones detalladas para demostrar cómo concretamente se evidencian y se construyen estas relaciones de cuidado.
Bibliografía.
• CARRASCO, C. (2003). La sostenibilidad de la vida humana: ¿Un asunto de mujeres? Mientras Tanto, (82), 43–70.
• PRECARIAS A LA DERIVA (2005). Una huelga de mucho cuidado (Cuatro hipótesis)