domingo, 25 de agosto de 2013

Daniel Ortiz
Laura Navas

Para este ejercicio Cuerpos en peligro, hemos decidido hacer una intervención en un espacio frecuentado por los estudiantes de la PUJ. Con el fin cuestionar nuestra relación con nuestro cuerpo y la de las personas que accedan a este espacio, nos dispusimos a cubrir el espejo del baño en el primer piso del edificio Manuel Briseño con un papel en blanco para que el reflejo del espejo no fuera visto por quien entrara al baño. El objetivo de que este papel estuviera en blanco era que las personas nos dejaran sus opiniones y percepciones por no poder ver su reflejo en un espacio donde comúnmente se espera verlo, pero también escribimos un par de preguntas para el momento en que las personas no se vieran al espejo, reflexionaran en torno a éstas: ¿Por qué te vas al espejo?¿Cómo te la llevas con el espejo?, ¿Qué sientes cuándo te ves?, ¿Qué sientes cuándo no te ves? Para esta última parte de la intervención ubicamos crayolas para que, si las personas querían, las utilizaran al momento de escribir sus opiniones. Nuestra intervención duro 3 días. El miércoles 21 de agosto cubrimos el espejo del baño de mujeres y el del hombres para fines comparativos. En el de mujeres encontramos poca participación en el momento de dejar sus comentarios. Tal  vez porque las crayolas que dispusimos desaparecieron con rapidez o porque simplemente no les interesó dejar sus opiniones. Sin embargo, las pocas que había eran de inconformidad y deseos de recuperar el espejo….

El principal cuestionamiento que llevó a que realizáramos esta intervención o performance fue sobre la manera en que nos relacionamos con nuestros cuerpos pues muchas veces este es considerado como una imagen que se proyecta hacia los otros. De hecho, nuestro concepto del performance, era intervenir un objeto significativo -el espejo- frente a la relación que tienen las personas con su cuerpo, ya que el espejo de alguna manera media las relaciones que tenemos con los otros en cuanto a cómo arreglamos nuestro cuerpo a partir de unos canones estéticos de belleza socialmente establecidos; el espejo es entonces uno de esos objetos que cotidianamente pasan en la proyección de nuestro cuerpo frente a los demás, con todos los problemas que eso implica, problemas también diferenciados por las estructuras de división de género. Ya que el uso del espejo, pasa por una práctica privada y cotidiana, quisimos entonces hacer una intervención pública que rompiera con el uso cotidiano que le da la gente al espejo, y aunque tal vez les fuera indiferente, la pretensión era causar una tensión reflexiva en donde la gente sacada del uso naturalizado que le da al espejo, se cuestionara sobre su uso y expresara si quisiera, lo que siente al no verse en ese lugar donde siempre se ve, la idea era entonces “romper reflexivamente con el espejo”, el lugar que media la relación del individuo frente a los a veces problemáticos canones de belleza .
No ver nuestra imagen permite realizarnos nuevos cuestionamientos si nuestro cuerpo es más que una proyección, o en que momentos el cuerpo es esta imagen proyectada hacia el exterior del mundo. 

Del baño de hombres recuperamos varias frases que llaman nuestra atención, como aquel que consideró al espejo como un arma de doble filo porque algunas veces brinda seguridad y otra inseguridad. El resto eran comentarios comicos en relación al espejo y la imagen. En el baño de mujeres quedaron retratadas las unas frases criticando nuestra intervención y otras añorando el espejo.

La verdad nos hubiera gustado una participación más reflexiva de parte de lo visitante al baño puesto que no nos dejaron muchos datos sobre los cuales reflexionar e indagar. Sin embargo, consideramos que ha sido una experiencia curiosa y que suscita muchas preguntas e incomodidades de aquellos que esperando verse en el baño no se encontraron.

Este fue el producto recogido de el baño de los hombres: 

y este fue lo de las mujeres.



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