Carta de un voluntario….
Como ya lo he mencionado en varias entradas del blog, la labor
voluntaria que vengo realizando desde hace varios años, ocho para ser más
exacta, han marcado mi vida y me han hecho la persona que soy hoy, ya que no
solo me formaron en muchos aspectos de mi vida sino que también me encaminaron
a escoger mi carrera. Para este ejemplo quise pedirle el favor a uno de mis
amigos voluntarios que escribiera acerca de nuestra labor y de cómo ésta
también se puede considerar una labor de cuidado y como se van generando unos
sentimientos y apegos a la labor que la hacen mucho más bonita y placentera de
llevar a cabo. Para mí fue muy valioso leer las palabras de un amigo que
comparte esto conmigo y que además me hizo pensar en la labor que hacemos de
una manera distinta y que tal vez muchos de los que hacemos parte de esta, no
lo habíamos pensando nunca.
Mi nombre es David Gómez, tengo 19 años y desde hace cuatro años soy
voluntario. La labor del voluntariado me ha permitido ver la realidad de un
país al que no conocía o al que no conocía a fondo. Me ha permitido encontrarme
con personas de gran corazón que no solo nos abren las puertas de su casa sino
también las de sus vidas y nos conceden el honor de conocerlos y ver quiénes son. Muchas veces no es fácil dar con tantas vidas y con tantas
historias, que muchas veces parecen repetirse, ya que se encuentran plasmadas
del dolor y de la violencia que vivimos día a día en nuestro país. Ser
voluntario me ha permitido ser sensible, darme la oportunidad de conocer
rincones del país abandonados y desplazados por el gobierno en donde una
sonrisa nuestra reflejada en una sonrisa de una familia muestra la esperanza
que perdieron hace años.
No creo que seamos héroes y que con lo que hacemos estemos cambiando
radicalmente el mundo, pero sí estoy convencido que el simple hecho de entrar
en la vida de estas personas y cambiar algo que para nosotros es tan cotidiano
como la casa en la que vivimos, hace una gran diferencia. Como lo dice el logo
de nuestra fundación “nuestras manos construyen sueños” y a mí me gusta
construirlos ya que una casa no es el fin sino el medio para que muchas de
estas familias empiecen a cumplir sus sueños en algo tan simple y tan cotidiano
como unas paredes y un techo más digno en donde vivir.
Cuando me preguntaron acerca del cuidado de nuestra labor en un
principio no pensé que este fuera un trabajo precisamente de cuidado, ya que
nunca la construcción de una casa de placas de concreto que pesa unas cuatro
toneladas se piensa como una labor de cuidado. Pero pensando un poco más y saliéndome
de la cotidianidad que implica para mí construir una vivienda de 25m cuadrados,
pienso que nuestra labor es de mucho cuidado. Si no hacemos las mediciones del
piso correspondientes la casa quedará torcida; si ponemos una plaqueta de
manera brusca podemos tumbar un muro, si no llevamos con cuidado las medidas
internas del terreno, en el momento del cierre la casa tendrá huecos y malos
acabados. Aunque sea una labor de fuerza en muchos casos brusca, esta es una
labor de cuidado ya que debemos ser cuidadosos para que al final del día las
personas que han estado esperando por su casa muchos años se sientan felices
con el resultado final.
También tuve en cuenta que no solo la casa debe ser construida con
cuidado, también la forma como se trata a la familia y a los voluntarios. Lo
que hacemos no es una tarea imposible, pero tampoco una fácil y al final del
día hay mil y un sentimientos que rondan a cada una de las personas que
hicieron parte de la jornada y eso también hay que saberlo manejar y toca
hacerlo con tacto y con cuidado.
Para mí ha sido muy valioso todo el tiempo que he estado como
voluntario en la Fundación Catalina Muñoz; he aprendido muchas cosas que sé que
ni la universidad ni mis papás me pueden enseñar. Ha sido un recorrido con
mucha sonrisa pero también llanto y cansancio, que me han dejado cicatrices no
solo en mi cuerpo sino también en el corazón, y no solo a mi sino a todas las
personas que somos y hemos sido parte de este proyecto.
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