Acabo de llegar a mi casa, cansada de una larga caminata que
tuve que hacer porque el transmilenio de repente se detuvo, así sin más SE
DETUVO. Yo estaba en la calle 100 donde un amigo, haciendo unas grabaciones, a
eso de las 6:12 pm tomé una ruta de transmilenio en la estación de la calle 100
que me llevara hasta la estación de Mazurén (que queda en la calle 153).
Estando en la calle 106 el bus se detuvo y se quedó así por más de una hora;
después de pasada media hora, todo el mundo comenzó a desesperarse, así que
para enterarse unos preguntaban al conductor y muchos otros utilizaban sus
aparatos electrónicos o dispositivos móviles para enterarse de lo ocurrido y
para avisar a sus familias el motivo de su retraso. Entre esas conversaciones
escuché que el trancón era por una manifestación de los bicitaxistas de la
zona, ya que al parecer piensan impedir que éstos sigan circulando.
Durante la primera hora
dentro del bus nos hacía sino mirar el reloj, ya que llevaba afán; y me
acordé de lo que dijo Daniel en clase, (yo ya no miro el reloj mejor me relajo,
pues el que el bus ande o no, no depende de mí) sin embargo todavía estaba
afanada pero en ese punto creo que me sentía aprisionada, pues el bus ni andaba
ni dejaba salir. Como a los 20minutos abrieron las puertas y salí como
despavorida por el encierro del bus, ni siquiera pensé que eran muchas cuadras
las que tendría que caminar (sólo pensaba en que tenía que poner el ejemplo
antes de las 23:59). Mientras caminaba la ciudad o al menos la parte que estaba
a mi vista, parecía estar en caos pero un caos hasta cierto punto liberador e
inusual; la gente cruzaba la autopista de repente, y de hecho caminábamos por
toda la autopista por el carril de transmilenio, a una señora a robaron en la
caminata, iban grupos de muchachos cantando arengas, en fin. En una de esas dos
señores que venían caminando me preguntaron que si sabía que era lo que pasaba
y yo les comenté lo que había oído, seguimos hablando mientras caminábamos, y
así se nos juntaron otras dos muchachas. Los señores iban para la 167 y ellas
para la 150 y 153, así que hablamos de muchas cosas mientras llegábamos a
nuestros destinos. Llegué a Mazuren y nos despedimos, a esas alturas ya
yo no podía más de mis pies pues llevaba zapatos altos, así que tome un carro
(de los se hacen en el centro comercial y cobran 1000 pesos por llevarlo hasta
la casa) junto con otras tres personas, anduvimos como cinco cuadras, y luego
había otro monumental trancón; pero a esas alturas del asunto yo ya me había
tomado en serio las palabras de Daniel. Mientras tanto el joven conductor
decía: “Es que cuando transmilenio para, la ciudad colapsa”.
Vivimos en una ciudad rápida, donde “el tiempo es oro”,
donde estamos acostumbrados a que todo “fluya” como decía Melissa; en el episodio
de hoy, pude darme cuenta de la relación que tenemos con el tiempo, y de cómo
la alteración, perdida o ganancia de éste nos afecta o moldea nuestros
comportamientos. La experiencia de parar el ritmo es una sensación
desesperante, es como si uno necesitara andar en marcha todo el tiempo, pero
más aún que esa marcha deba ser rápida, veloz e imperceptible. Pero como es tan
rápida creo que no permite disfrutar al máximo cada cosa que se hace, que da
lugar al uso de dispositivos que nos alejan cada vez más de ese otro que existe
y que no vemos en la cotidianidad vuelta rutina, con el acento de velocidad.
Hubo un momento del recorrido donde el transmilenio iba a
arrancar y todos corrimos a subirnos como pudimos, nos ayudamos entre todos y
hasta las señoras de tacones lograron subir entre risas y burlas. Ese aspecto y
también el hecho de caminar y conversar, como una forma de hacer más corta la
caminada, es algo que la rapidez del transmilenio no permite hacer, normalmente apenas si te percatas de alguien
porque necesitas pasar o necesitas una silla o porque la cedes. En cambio al
caminar uno busca alguien, al otro para sentirse más seguro (se crean lazos
afectivos instantáneos- tanto en su fundación como en su terminación-) y
también como una “forma de hacer que el tiempo transcurra más rápido mientras
se camina” (eso lo dijo una de las
muchachas). Y sin embargo a pesar de que estábamos en una actividad “lenta” en
relación con la rapidez de los vehículos, uno no deja ni de andar rápido, ni de
pensar rápido; no ve la hora de llegar a la casa, mantiene una marcha
constante, está pensando en todo el tiempo que perdió en el bus, en lo que dejó
de hacer y lo que no. Además del peligro que representa andar entre un montón
de extraños, teniendo en cuenta que cada uno porta sus objetos de valor y su
propia vida, en una ciudad como Bogotá que enseña a caminar con prontitud para
no ser alcanzado por ladrones que te arrebaten el bolso, y en el acto que te
causen alguna lesión.
Mientras caminaba pensaba en un la posibilidad de un mundo lento y lo que
decía uno de los señores que iba en el grupo, “de todos modos estas caminatas
son saludables, pero el humo de los carros que nos estamos tragando no, y menos
cuando uno va cansado de trabajar todo el día…. Lo único que quiere es llegar a
la casa”. Entonces me hizo pensar en que es un círculo vicioso; uno normalmente
no camina porque tiene que llegar al trabajo o estudio puntual (y si vive lejos
pues …) (pero se puede), y si camina
cuánta basura de los carros no respira, y después de trabajar arduamente, la
mente y el cuerpo exigen pronto descanso. Al igual que en el comentario que
alguna vez le hice una de mis
compañeras, me di cuenta de que la cuestión no es de ir más despacio o pensar estrategias
puntuales en relación con tomarse la cosa de manera serena. El problema está en
el sistema capitalista moderno ya que la forma en cómo pensamos, vivimos y
usamos el tiempo (el reloj) que es el
sistema operativo del mismo. Es todo lo opuesto a la propuesta de Blanca
Rodríguez, vemos la lentitud como una carencia u obstáculo para las actividades
de la vida diaria, y es uno de los pecados capitales de la sociedad actual.
De plano pensar en espacios y tiempos lentos, me lleva a
pensar en un mundo más sano, consciente, amoroso, detallado, minucioso,
moldeado, sentido, compartido y vivido.
Me siento muy identificada con este ejemplo. Como lo mencioné en clase, tengo muchos conflictos con el transporte público, especialmente por la cantidad de gente que se transporta como una lata de atún, con la cara pegada el vidrio, literalmente.
ResponderEliminarMe sucedió algo similar el 19 de Agosto, el día de las manifestaciones del paro agrario, decidí ir a marchar y cuando regresé a la Universidad aproximadamente a las 6:30pm, los buses, transmilenios y taxis no daban abasto. Me senté a esperar cualquier tipo de transporte que me pudiera servir durante aproximadamente 30 minutos en los cuales observé a muchos estudiantes de la Universidad, con aspecto de desesperación, llamando con afán a quienes se supone que encontrarían más tarde, excusandose por el retraso, informando que no podrían llegar a la hora prometida, etc.
Decidí dejar de mirar el reloj mientras esperaba porque cada minuto que pasaba sin poderme movilizar me generaba más ansiedad y no tenía nada más que hacer que caminar.
En ese momento salió un hombre de la universidad con una bicicleta, sin tener preocupaciones en su rostro, diciendo "Es que la bicicleta es el transporte del futuro". Y si nos fijamos, usando una bicicleta como medio de transporte nos estamos cuidando a nosotros mismos porque mejoramos nuestro estado de salud, tanto físico como emocional, cuidamos lo no-humano que nos interpela porque ayudamos a emitir menos sustancias contaminantes para el ambiente y de esta manera también cuidamos a los otros porque les estamos brindando un aire de mejor calidad.
De hecho la Universidad tiene múltiples campañas con el fin de promover el uso de la bicicleta como medio de transporte con el fin de mejorar muchísimos aspectos de nuestra vida cotidiana. Si realmente tomaramos este consejo, estaríamos aportando a nuestro futuro y estaríamos saliendo de la enajenación del tiempo capitalista que nos consume.
Como se menciona en "Hacerlo todo más rápido", "El capitalismo industrial se alimenta de la velocidad". y creo que esto se ve explicitamente en el transmilenio, pues buscan movilizar una gran cantidad de personas en el menor tiempo posible sin mirar en absoluto la comodidad de los usuarios y mucho menos, el peligro que implica para la vida de los usuarios ir colgados de los buses, y sin un mínimo de aire.
Afortunadamente estos incidentes, como el que tuviste este día en transmilenio y como el que tuve el día del paro logran sacarnos de la rutina y hacen que notemos lo inmersos que estamos dentro del sistema urbano que implica que cada vez todo se deba hacer de manera menos consciente, que disfrutemos menos y que nos tomemos menos tiempo para nosotros mismos. Deberíamos ser capaces de volver a lo que decían los tiempos antiguos, a tener "un tiempo paranacer, morir, sanar, llorar, reir, amar y así sucesivamente". (Honoré, 2004) Si privilegiamos la lentitud en algunos momentos de nuestra vida, respondemos a "la búsqueda de un cierto saber, un saber ver que conduce a un saber ser, en suma, a un saber vivir." (Rodriguez, 2011)
Bibliografía Honoré, C. (2004). Hacerlo todo más rápido. In El elogio de la lentitud (Nuevo extr., pp. 28–39). Buenos Aires, DF.
Rodríguez, B. A. (2011). De la lentitud. Tópicos del Seminario, (26), 111–133.