martes, 24 de septiembre de 2013

Dimensiones del cuidado en el amor romántico.  Daniel Ortiz

El amor romántico, a diferencia de otras formas de amor más generalizadas en donde prima la atracción sexual, es especifico de la tradición cultural de occidente y se hace notar fuertemente desde el siglo XVIII hasta relativos tiempos recientes. En el amor romántico los afectos y lazos, predominan sobre la atracción sexual o un acuerdo económico como base de la unión; éste se establece como un lazo emocional duradero con el otro basado en cualidades intrínsecas de ese vínculo (Giddens, 1995).

Los vínculos que forma el amor romántico, se dan en la esfera de la intimidad, y se basan en la construcción de una vida común entre dos, una biografía compartida que se piensa casi fuera de lo social,  sentada sobre  las bases de una afección mutua. Esta biografía compartida, implica que el ser amado sea lo que se ha llamado “otro significativo” que tiene el papel de darle consistencia y validez al “yo” y a su visión de mundo (Martuccelli y De Singly, 2009: 69). Esto constituye una reparación psíquica, un ejercicio de cuidado, que en lo cotidiano se puede ver desde la comunicación entre la pareja: desde el relato de la jornada, las dificultades, las dudas, que con la escucha o el consejo del “otro amado” implican un bienestar psíquico y una seguridad para el  “yo”; esta reparación psíquica también se puede ver con la planeación de proyectos mutuos que llenan de sentido la trayectoria biográfica, o desde el mismo ejercicio de “hacer sentir especial al otro” desde detalles y atenciones cotidianas.

Sin duda, se puede afirmar, que el vínculo afectivo que implica el amor romántico es de los lazos afectivos más fuertes, hay una idealización del “ser amado” en donde éste toma una centralidad sin parangón en la vida del “yo”. Si se ha resaltado que el cuidado en tanto práctica incluye una preocupación, un trato personal-intimo con el otro, y una dimensión afectiva (Arango Gaviria, Molinier,2011), podemos afirmar que en el amor romántico se exaltan todas estas dimensiones que implican la práctica del cuidado, que en  se ven en: apoyar al ser amado sobre todo, darle prioridad a sus necesidades materiales y emocionales, estar ahí en la desgracia o en la enfermedad etc. Incluso en el amor romántico, se da ese ideal novelesco de sacrificarse así mismo o parte de sí para poder salvar al otro.

Resulta interesante señalar además que la relación entre práctica de cuidado y amor romántico, pasan por una feminización de los dos ambitos, pues tal como señala Giddens el amor romántico ha sido una feminización e incluso una maternalización  del amor. Con esto último también cabe afirmar, que los ideales de  amor romántico han influido más en las mujeres, y aparte de las dimensiones del cuidado que señalamos del amor romántico como aparentemente positivias, han tenido mayores consecuencias de subordinación para las mismas. Entre estas consecuencias esta la vinculación que se ha hecho de amor romántico y proyecto biográfico de casamiento y maternidad, en donde esa intimidad compartida, ese espacio fuera de lo social, termina volviéndose el espacio doméstico al cual ha sido relegada la mujer, en cual ella termina desplegando prácticas de cuidado que les son retribuidas marginalmente.

Bibliografía:
- Arango Gaviria, L. G., & Molinier, P. (2011). El cuidado como ética y como trabajo. In L. G. Arango & P. Molinier (Eds.), El trabajo y la ética del cuidado (La Carreta., pp. 15–21). Medellín.
- Giddens, Anthony. 1995. La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas
-Martuccelli, Danilo y De Singly, Francois. 2009. Las sociologías del individuo. Santiago de Chile: Lom




3 comentarios:


  1. Me parece que este es un ejemplo que logra capturar algunas de las características del cuidado que la hacen una labor fundamental para la sostenibilidad y mantenimiento de la vida. Lo que me parece que hay que destacar a parte de lo ya nombrado es que no podemos ver al “amor romántico”, como que es algo que permea en gran mayoría a las mujeres o solo quedarnos con ello, y que de tal forma, al ser marginalizadas a labores como la maternidad o el casamiento logren reflejar lo que es una labor del cuidado. Por el contrario, pienso que desde una óptica del cuidado esto lo que evidencia son esas redes de comunicación y más aún de 1) interdependencia, en donde no solo el “otro” necesita ser cuidado a través de “ese vínculo afectivo,” sino que a través de un actuar propio también me estoy cuidando a mí mismo, es una especie de discernir desde dentro para así pensar algo como el amor y de tal manera cómo eso me hace pensarme a misma o a mí mismo de una manera u otra, y 2) de esa cotidianidad que se vive a la hora del cuidar, en tanto que se puede ver al “amor romántico” en esas tareas de una “ingeniería afectiva” en ese saber cuidadoso y que requiere de ciertas estrategias y de un saber hacer para que se logre día a día.

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  3. Por otra parte, pienso que el cuidado en este ejemplo sale a relucir desde lo que llamamos la “ética del cuidado” en donde hay una preocupación y un interés por sentir con el otro y en donde claramente “es una disposición ética” que logra evidenciar al “amor romántico” como algo 1) institucional, en la medida en que es algo global y muchos logramos vivirlo, entenderlo, verlo desde fuera o escuchar hablar de él, 2) personal, ya que logra salir desde mí, y lo hago desde mi para el “otro” y a la vez soy yo quien recibo ese cuidado y afecto, y 3) objetivo, ¿objetivo? Pues sí, en el sentido en que allí, hay implicada una suerte de racionalidad que tal vez no es evidente, pero que esa emoción se enmarca tras unas lógicas de códigos, de sensaciones y de signos que son atravesados por unos marcos culturales (como lo decía Daniel, “occidentales”). Tras esas lógicas de, si se le quiere llamara así, de un “mercado de emociones” en donde gracias al mismo sistema en que estamos inmersos, sabemos que regalar chocolates en un día especial hace parte de ese romanticismo y de mostrar ese amor por el otro (Claro idealizando un poco el asunto, pero viéndolo desde ese lado que podemos entender como “romántico”). Creo que esto no es tan ingenuo y que tras ello hay muchas más cosas que dejan ver que sí, por supuesto, es una labor del cuidado, en donde se repara, en donde hay afectos, en donde hay marginalización pero en donde también hay prácticas que reflejan que el cuidado no se queda solo en eso y que vas más allá, que abarca eso local pero que también es global y que hay muchas redes bajo él que lo construyen, así como ese “amor romántico” que no creo que solo se haya quedado hasta “relativos tiempos presentes”, sino que hoy en día también podemos hablar de ello. Y que puede que no sea algo que se quede solo en las novelas, y verlo como un “sacrificio”, sino que desde la óptica del cuidado puede ser entendido como un “virtuosismo afectivo” en donde tal vez “lo afectivo llega a ser lo efectivo”, y en donde puede ser algo esencial para algunas personas en el momento en que se convierte en ese algo que le da un sentido a su existencia o, para de cierto modo definir una calidad de vida, de ser humano, pero también, como algo que genera bienestar, y que aporta a la calidad de la vida y su manera de ser y ver las cosas. Podría quizá llamarse “una forma de vida” que no solo es mía, sino que es compartida porque también estoy cuidando de otro… porque hace parte de ser humano y hace parte de una forma de ser, sentir y hacer, que tiene jerarquías o niveles dentro de sí y que llega a ser también un marco de control (el cuidado no se queda tan solo en ese lado bonito o marginalizado).
    En general creo que este ejemplo del cuidado, llega a ser un ejemplo de esa “forma de habitar con el otro”, que en algún momento llega a repercutir en los “otros” y que deja ver cómo ese “amor romántico” puede ser un medio para reflexionar sobre las sensaciones y vivencias que desembocan en signos, prácticas, y emociones de una labor del cuidado, como lo he hecho yo hoy aquí.

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