miércoles, 11 de septiembre de 2013


Angela Aponte

Sobre las raíces de  la  terraza…

“ Una educación ambiental integral ha de incluir una  educación  emocional ecológica; para educar ecológicamente no basta la razón instrumental constituida a partir de la exclusión de la afectividad”
Alicia H. Puleo.

Cuan necesario se va volviendo el detenerse un rato a mirar la belleza y el caos  de la ciudad veloz, ecléctica,  asfaltada, hacinada,  edificada, construida, productiva, vivida y  sentida por quienes la habitamos.  Pero aún más importante se ha vuelto el conectarse con un pedazo de tierra en la ciudad, re-conocernos como parte de esa tierra que palpita,  sentir el suelo que pisamos,  aprender a hacernos auto-sostenibles desde la soberanía alimentaria en un país como  Colombia que regala tierras a multinacionales,  las explota y  las contamina. De ahí la importancia de crear consciencia del lugar  donde vivimos y como  lo vivimos, recordar que debemos cuidar lo que tenemos.  Eso fue lo que vine a pensar cuando subimos, mis compañeros del seminario de cuidado y yo, a la facultad  de Ciencias Sociales a visitar el proyecto “La Terraza” que seis compañeros de antropología y seis de ecología llevan desarrollando hace año y medio.

Subir a la terraza implica dejar todo ese caos de la ciudad atrás; o bueno dejarlo abajo del edificio, al menos.  La terraza es un lugar ubicado cerca a los cerros orientales de la capital por lo cual la vista es maravillosa. Pura vegetación, el pulmón de la ciudad.  Justo ese día iba  retrasada para encontrarme con mis compañeros de clase. De hecho llegué unos minutos tarde, cuando la mayoría ya habían subido. Llegué con todo ese estrés que uno se carga entre los trancones, el tráfico, los semáforos en rojo y  el reloj que corre precipitado. Subí  y vi a Miguel y Valeria, dos de los integrantes de “La Terraza” que nos prestaban su tiempo y espacio con amabilidad para hablarnos del proyecto. Llegué y vi a mis compañeros sentados. Llegué y escuche el silencio que pocas veces nos regala la ciudad.

Valeria nos contaba acerca del proyecto “La Terraza” como un espacio alternativo, según entendí, fortalecido por  una iniciativa colectiva de estudiantes   que buscan un espacio de aprendizaje extra-académico multidisciplinar de socialización, de reproducción social y de conocimientos.  Desde un inicio este proyecto ha buscado generar un espacio asociado a la agricultura urbana  como una alternativa que si bien no rompe con las lógicas de mercado y de consumo  del capitalismo, pretende generar estrategias para un desarrollo  autosostenible desde la unidad más pequeña: la casa.  Cabe señalar que La terraza ha sido una excusa para que se vinculen los intereses de otros compañeros, por ejemplo el interés por el estudio de las plantas medicinales o la vinculación de proyectos de  tesis que estén desarrollando estudiantes de ecología.

 Con la ayuda de un ingeniero agrónomo e incluso con la participación de celadores de la facultad, aseadoras y  jardineros que  han mostrado gran interés y cercanía  para con el proyecto  “La terraza”, se ha permitido ir construyendo un tejido humano, una red de cuidado en la que todos los participantes intervienen desde su lugar de enunciación y desde los conocimientos  o material que posean. A la luz de la perspectiva del cuidado, cabe destacar que este grupo de gente ha desarrollado una especia de <<economía del cuidado>>  privilegiando el bienestar, el beneficio colectivo, los vínculos afectivos  por encima de la economía del mercado y el trabajo remunerado (Luz Gabriela Arango, 2011.

Debo agregar que algo que particularmente me llamo la atención fue la idea  que este proyecto tuviese también  un fin estético  en tanto que se ha convertido en una cuestión de encontrarle belleza y sentido a aquello que uno hace. Lo traigo a colación  porque esta idea  también se me ha convertido en una búsqueda personal y una apuesta política que no está para nada alejada de la ética del cuidado.  Vivimos en un mundo en el que el mercado laboral es cada vez más competitivo y requerimos de infinitas especializaciones, tarjetas profesionales, cartones y diplomas. Y La idea de trabajar entre amigos o familia pone de centro el cuidado en la vida diaria, en lo cotidiano y así mismo, descentra la lógica mercantil y productiva económica. Implica una mayor atención a las relaciones afectivas que se producen en torno al trabajo que se realiza.  Se establece el cuidado como elemento ético que media toda relación intersubjetiva y contiene un carácter creativo (Precarias a la deriva, 2005), pues implica que cada uno de los integrantes desarrolle todas sus capacidades y potencialidades para crear y para cuidar aquello que crea. No niego que trabajar en familia o con amigos que se vuelven familia no sea un territorio de disputas, digo que puede ser un territorio de negociación de las subjetividades y por ello mismo  de inspiración, creación y recreación.

 Este ha sido pues  un espacio para el que quisiera asistir, un lugar  incluyente en el que si bien en un inicio se cuestionaba  el saber experto, pues este implica cierta exclusión y jerarquización respecto a quienes tienen el conocimiento y quien no lo poseen;  ahora lo  reconocen como una fuente importante de crecimiento  y aprendizaje en conjunto, pues en la marcha se dieron cuenta de lo imprescindible que es aprender de otros que saben cosas que “yo no sé”. 



Después de la charla, Valeria nos invitó a conocer “La Terraza” en la que hay cultivadas plantas aromáticas, papa, amapola, flores, uchuva, tomate de árbol por nombrar algunos.  Nos invitó a sembrar nuestra propia planta. A dejar nuestra raíz en la Terraza o a encontrarla.  El ejercicio de realizar uno mismo la matera, pintarla, decorarla en conjunto, prepararla tierra juntos, tocar la tierra con la que voy sembrar mi semilla, escoger la semilla, plantarla, socializar una tarde con amigos, construir en conjunto, reir, aprender cosas nuevas, agradecer, estar en calma en medio del caos de la ciudad  es reconfortante, es hacer afectivo lo efectivo como sugieren las Precarias a la deriva.

Este ejercicio me recuerda el concepto de ciudadanía ecológica planteado por  Alicia H. Puleo. Bajo esta ciudadanía se promueve una participación activa y responsable con el medio ambiente, un cuidado con lo no humano. Constituye un desafía al concepto de ciudadanía porque no solo se desarrolla en un ámbito público, sino también en el privado. (Alicia Puleo, 2011).  Esta ciudadanía fue justo la que ejercimos mientras hacíamos nuestras materas, mientras preparábamos la tierra; asumimos por un segundo, la responsabilidad de nuestra propia existencia cooperativamente.  Así pues, las prácticas de cuidado que tradicionalmente fueron solo femeninas, han de universalizarse: proteger este mundo es también protegernos. (Alicia Puleo,2011 )

Pese a que me autodefino como una citadina sin remedio, subir a  la terraza me permitió volver a mis raíces, ejercer una ciudadanía diferente. Muchos años de mi infancia los  viví en la finca de mi papá. Aprendí a ordeñar una vaca, a sembrar maíz, a recoger el maíz,  a sacar los huevos de las gallinas – “felices”-  del pequeño galpón que teníamos, a descubrir que la papa que como todos los días no viene del supermercado sino de la tierra,  a levantarme con  el gallo (despertador en el campo) mientras  emite su kikiriqui. Sin embargo la ciudad consumista logró consumir mi estilo de vida y me desconecto de mi infancia en el campo.  

Pocas veces dentro de la ciudad existen espacios como estos, diseñados para producir no desde la visión capitalista, sino para producir conocimiento con pares, con lo humano y con lo no humano. Espacios donde empiezo a entender poco a poco, con alegría, que no soy un ser dependiente ni independiente, soy un ser interdependiente y esta es la apuesta ética y política  del cuidado.  

Bibliografía

Arango Gaviria, L. G. (2011).  El trabajo de cuidado ¿servidumbre, profesión o ingenieria  emocional? In L. G. Arango Gaviria & P. Molinier (Eds.),  El trabajo y la ética del  Cuidado (La Carreta., pp. 91 - 109). Medellín

Precarias a la Deriva.  (2005). Una huelga de mucho cuidado (cuatro hipótesis).

Puleo, A. (2011). Protagonistas de un nuevo mundo. In Ecofeminismo para otro mundo posible(Ediciones., pp. 267–315). Madrid, España.

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