Angela Aponte
Sobre las raíces de la terraza…
“ Una educación
ambiental integral ha de incluir una educación
emocional ecológica; para
educar ecológicamente no basta la razón instrumental constituida a partir de la
exclusión de la afectividad”
Alicia H. Puleo.
Cuan necesario
se va volviendo el detenerse un rato a mirar la belleza y el caos de la ciudad veloz, ecléctica, asfaltada, hacinada, edificada, construida, productiva, vivida y sentida por quienes la habitamos. Pero aún más importante se ha vuelto el conectarse
con un pedazo de tierra en la ciudad, re-conocernos como parte de esa tierra
que palpita, sentir el suelo que pisamos,
aprender a hacernos auto-sostenibles
desde la soberanía alimentaria en un país como Colombia que regala tierras a
multinacionales, las explota y las contamina. De ahí la importancia de crear
consciencia del lugar donde vivimos y
como lo vivimos, recordar que debemos
cuidar lo que tenemos. Eso fue lo que vine
a pensar cuando subimos, mis compañeros del seminario de cuidado y yo, a la
facultad de Ciencias Sociales a visitar
el proyecto “La Terraza” que seis compañeros de antropología y seis de ecología
llevan desarrollando hace año y medio.
Subir a la
terraza implica dejar todo ese caos de la ciudad atrás; o bueno dejarlo abajo
del edificio, al menos. La terraza es un
lugar ubicado cerca a los cerros orientales de la capital por lo cual la vista
es maravillosa. Pura vegetación, el pulmón de la ciudad. Justo ese día iba retrasada para encontrarme con mis compañeros
de clase. De hecho llegué unos minutos tarde, cuando la mayoría ya habían subido.
Llegué con todo ese estrés que uno se carga entre los trancones, el tráfico, los
semáforos en rojo y el reloj que corre
precipitado. Subí y vi a Miguel y
Valeria, dos de los integrantes de “La Terraza” que nos prestaban su tiempo y
espacio con amabilidad para hablarnos del proyecto. Llegué y vi a mis
compañeros sentados. Llegué y escuche el silencio que pocas veces nos regala la
ciudad.
Valeria nos
contaba acerca del proyecto “La Terraza” como un espacio alternativo, según entendí,
fortalecido por una iniciativa colectiva
de estudiantes que buscan un espacio de aprendizaje extra-académico
multidisciplinar de socialización, de reproducción social y de conocimientos. Desde un inicio este proyecto ha buscado
generar un espacio asociado a la agricultura urbana como una alternativa que si bien no rompe con
las lógicas de mercado y de consumo del capitalismo,
pretende generar estrategias para un desarrollo autosostenible desde la unidad más pequeña: la
casa. Cabe señalar que La terraza ha
sido una excusa para que se vinculen los intereses de otros compañeros, por
ejemplo el interés por el estudio de las plantas medicinales o la vinculación
de proyectos de tesis que estén desarrollando
estudiantes de ecología.
Con la ayuda de un ingeniero agrónomo e incluso
con la participación de celadores de la facultad, aseadoras y jardineros que han mostrado gran interés y cercanía para con el proyecto “La terraza”, se ha permitido ir construyendo
un tejido humano, una red de cuidado en la que todos los participantes
intervienen desde su lugar de enunciación y desde los conocimientos o material que posean. A la luz de la
perspectiva del cuidado, cabe destacar que este grupo de gente ha desarrollado
una especia de <<economía del cuidado>> privilegiando el bienestar, el beneficio
colectivo, los vínculos afectivos por
encima de la economía del mercado y el trabajo remunerado (Luz Gabriela
Arango, 2011.
Debo agregar
que algo que particularmente me llamo la atención fue la idea que este proyecto tuviese también un fin estético en tanto que se ha convertido en una cuestión
de encontrarle belleza y sentido a aquello que uno hace. Lo traigo a colación porque esta idea también se me ha convertido en una búsqueda
personal y una apuesta política que no está para nada alejada de la ética del
cuidado. Vivimos en un mundo en el que
el mercado laboral es cada vez más competitivo y requerimos de infinitas
especializaciones, tarjetas profesionales, cartones y diplomas. Y La idea de
trabajar entre amigos o familia pone de centro el cuidado en la vida diaria, en
lo cotidiano y así mismo, descentra la lógica mercantil y productiva económica.
Implica una mayor atención a las relaciones afectivas que se producen en torno
al trabajo que se realiza. Se establece
el cuidado como elemento ético que media toda relación intersubjetiva y
contiene un carácter creativo (Precarias a la deriva, 2005), pues implica que
cada uno de los integrantes desarrolle todas sus capacidades y potencialidades
para crear y para cuidar aquello que crea. No niego que trabajar en familia o
con amigos que se vuelven familia no sea un territorio de disputas, digo que
puede ser un territorio de negociación de las subjetividades y por ello
mismo de inspiración, creación y recreación.
Este ha sido pues un espacio para el que quisiera asistir, un
lugar incluyente en el que si bien en un
inicio se cuestionaba el saber experto,
pues este implica cierta exclusión y jerarquización respecto a quienes tienen
el conocimiento y quien no lo poseen; ahora lo
reconocen como una fuente importante de crecimiento y aprendizaje en conjunto, pues en la marcha
se dieron cuenta de lo imprescindible que es aprender de otros que saben cosas
que “yo no sé”.
Después de la
charla, Valeria nos invitó a conocer “La Terraza” en la que hay cultivadas plantas
aromáticas, papa, amapola, flores, uchuva, tomate de árbol por nombrar algunos.
Nos invitó a sembrar nuestra propia
planta. A dejar nuestra raíz en la Terraza o a encontrarla. El ejercicio de realizar uno mismo la matera,
pintarla, decorarla en conjunto, prepararla tierra juntos, tocar la tierra con
la que voy sembrar mi semilla, escoger la semilla, plantarla, socializar una
tarde con amigos, construir en conjunto, reir, aprender cosas nuevas, agradecer,
estar en calma en medio del caos de la ciudad es reconfortante, es hacer afectivo lo
efectivo como sugieren las Precarias a la deriva.
Este ejercicio
me recuerda el concepto de ciudadanía ecológica
planteado por Alicia H. Puleo. Bajo esta
ciudadanía se promueve una participación activa y responsable con el medio
ambiente, un cuidado con lo no humano. Constituye un desafía al concepto de ciudadanía
porque no solo se desarrolla en un ámbito público, sino también en el privado.
(Alicia Puleo, 2011). Esta ciudadanía fue
justo la que ejercimos mientras hacíamos nuestras materas, mientras preparábamos
la tierra; asumimos por un segundo, la responsabilidad de nuestra propia
existencia cooperativamente. Así pues, las
prácticas de cuidado que tradicionalmente fueron solo femeninas, han de
universalizarse: proteger este mundo es también protegernos. (Alicia Puleo,2011 )
Pese a que me
autodefino como una citadina sin remedio, subir a la terraza me permitió volver a mis raíces,
ejercer una ciudadanía diferente. Muchos años de mi infancia los viví en la finca de mi papá. Aprendí a
ordeñar una vaca, a sembrar maíz, a recoger el maíz, a sacar los huevos de las gallinas – “felices”-
del pequeño galpón que teníamos, a
descubrir que la papa que como todos los días no viene del supermercado sino de
la tierra, a levantarme con el gallo (despertador en el campo) mientras emite su kikiriqui. Sin embargo la ciudad
consumista logró consumir mi estilo de vida y me desconecto de mi infancia en
el campo.
Pocas veces
dentro de la ciudad existen espacios como estos, diseñados para producir no desde la visión
capitalista, sino para producir conocimiento con pares, con lo humano y con lo
no humano. Espacios donde empiezo a entender poco a poco, con alegría, que no
soy un ser dependiente ni independiente, soy un ser interdependiente y esta es
la apuesta ética y política del cuidado.
Bibliografía
Arango
Gaviria, L. G. (2011). El trabajo de
cuidado ¿servidumbre, profesión o ingenieria emocional? In L. G. Arango Gaviria & P.
Molinier (Eds.), El trabajo y la ética
del Cuidado (La Carreta., pp. 91 - 109).
Medellín
Precarias
a la Deriva. (2005). Una huelga de mucho
cuidado (cuatro hipótesis).
Puleo,
A. (2011). Protagonistas de un nuevo mundo. In Ecofeminismo para otro mundo posible(Ediciones.,
pp. 267–315). Madrid, España.
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