No puedo decir que
soy una de esas personas citadinas que piensan que los tomates nacen en el
supermercado o que la leche viene de las cajas. Pero si puedo aceptar la
desconexión y desconsideración he tenido a veces con la tierra, o con el flujo de vida del que somos parte
todos y todo, humano y no-humano, o lo que Puig de la Bellacasa (2010) llama “bios”.
Por el hábito bajo
el que vivo, tal vez heredado del capitalismo (Puleo, 2011), he negado la interdependencia que tengo
con la naturaleza, pero visitar el proyecto colectivo de “La Terraza”, no sólo
me produjo “tranquilidad”, sino también me cuestionó. Me permitió pensar como es
posible tejer una red para “cuidar” y me
mostró lo que trabajar y “pensar con
otros” implica.
Desde que me vestí
el lunes en la mañana, pensé hasta con emoción en trabajar con la tierra. Pensé
que no sólo trabajar con la tierra, es cuando uno la toca, sino también lo veo
como el proceso de desarrollar conciencia dónde uno está y buscar por construir
algo desde ese punto.
Como recuerdo, cerca
de la 1.20 pm subimos todos en conjunto a la terraza del edificio 95, allá nos
recibió Valeria (estudiante de antropología) con apertura, para hablarnos del
proyecto de agricultura urbana, que ha surgido en colectivamente en “La
Terraza”. Ella nos invitó al lugar de “encuentro favorito”, las planchas, ahí
nos empezó a contar la historia del proyecto y luego Miguel (otro estudiante de
antropología que trabaja en el proyecto) se unió a la charla.
Me llamo particularmente
la atención cuando ella empezó a hablar del colectivo, porque desde el
principio, me acordé de “Nowtopia” (Carlsson
& Manning, 2010). Una iniciativa de trabajo que se ha
buscado consolidar como una iniciativa colectiva y autónoma fuera del
capitalismo o de la lógica mercantil de éste (Ibíd.). Donde la meta, no ha sido
la obtención de ganancia, sino crear un colectivo de estudiantes y
no-estudiantes que busca un espacio sostenible de concientización, aprendizaje,
construcción conjunta, en aras a lograr lo más posible una soberanía
alimentaría, seguridad alimentaria y
banco de semillas, por ejemplo.
Pero más aún, un
colectivo en busca de un espacio alternativo localizado (Puig de la Bellacasa,
2010) al espacio de producción mercantil, que permita la reproducción de la vida,
o un “espacio de cuidado” en la cuidad. Espacio no sólo en el que se ha
combinado la multidisiplinariedad
(antropólogos, ecólogos, agrónomos), sino también el saber experto con las
experiencias de múltiples personas de diferentes edades, clases y géneros, no
sólo estudiantes, sino trabajadores de la universidad y otras personas externas
a ésta, pero con sueño e interés común, “la terraza”. Acá no sólo vi el inicio
de lo que podemos llamar una “red de cuidado” de agricultura urbana (Ibíd.)
localizada, sino también una red (interdependiente) que se ha tejido gracias a
las interacciones y aprendizajes, entre humanos y no-humanos (Puig de la
Bellacasa, 2010). Y que busca trascender hasta la propia
terraza, abogando por “una forma de vida replicable en la casa con pocos
recursos”. Pero la cual ha conllevado un “trabajando duro” y “creativo” como nos
contaron nuestros compañeros, diferente al clásico capitalista (Carlsson
& Manning, 2010), porque no ha sido remunerado en dinero,
pero si en experiencia y aprendizaje.
Miguel y Valeria,
nos contaron como el colectivo surge hace año y medio por el interés y gusto de
4 estudiantes inexpertos de antropología, que con recursos propios y “las uñas”
empezaron a “pensar” y construir gradualmente un espacio de “siembra” que para
muchos, era utópico. Un espacio de sociabilidad que ha buscado pensarse como artístico
y no jerárquico, con el cual han empezado a construir una vida sostenible, de
intercambio, de vínculos también fuera de la universidad y con otras redes de
agricultores. Un espacio de reunión e investigación, complementariamente
individual y colectivo que se ha consolidado por el mismo trabajo y práctica de
“hágalo usted mismo” (ibíd.). Pero no por eso, un proyecto “alternativo” que no
ha buscado ser cooptado por las lógicas neoliberales que encarna el
institucionalismo (Ibíd.). Para ellos, el proyecto no sólo ha sido aprendizaje
con la tierra y entre ellos, también ha sido una lucha con la academia, que
busca meter todo o ver todo proyecto bajo la lógica de la productividad
capitalista: “un monocultivo de lechugas” por ejemplo, como nos contaron los
compañeros que les ha pasado en su búsqueda por la financiación para el
proyecto.
Luego de la charla,
los compañeros nos dieron un recorrido por la terraza, o esa espacio de
experimentación, explicándonos los
distintos mecanismos que han implementado, con ayuda de otros grupos de
personas, para crear el espacio de agricultura urbana en base a la
permacultura. O aquel principio que se trata de “soluciones”, volviendo toda la
basura en parte de la “construcción” (Rienz, 2003).
Vimos botellas de plástico, bolsas de basura y de leche, materas
regaladas, sillas y mesas desechadas por la universidad, guayas y madera
encontrada en la calle. Los cuales han
servido a manera de materas, semilleros, invernaderos, espacio para poner las
plantas o hasta para estar. Nos instruyeron también con lo que ellos mismos han
aprendido, gracias a los vínculos que ha consolidado con otros grupos de
personas y también gracias a la financiación, nos hablaron del compostaje, de
la polinización y la alelopatía entre otros.
En este punto del recorrido, yo estaba ansiosa
por ayudar, meter las manos en la tierra, “hacer algo” y no sólo ver. Poder trabajar
y observarme haciéndolo. Luego, mientras Valeria y Miguel invitaron a los otros
estudiantes a pintar los recipientes dónde íbamos a sembrar. 3 de nosotras nos
quedamos aprendiendo a revolver la tierra con las cascarilla de arroz con las
palas pesadas y luego con la mano. Después también pintamos los recipientes con
pinceles y con los dedos. Ahora siento que este ejercicio no sólo fue un
ejercicio creativo, sino también uno que permitió que nos sensibilizáramos con
la labor de sembrar la vida, y bueno también fue una oportunidad cortica para
conectarse con “el ser niño-a” otra vez.
Al mismo tiempo, que nos “conectábamos” y
sensibilizábamos entre estudiantes y con la tierra (lugar dónde también nace el
alimento que nos da vida), la charla paralela al trabajo, siento que permitió “tejer”
una red (de experiencia y conocimiento) que partía de la clase. Esto sucedió al
tiempo que hechamos la tierra en los recipientes y escogíamos la semilla que
íbamos a sembrar en nuestro recipiente, o en nuestra vida. Esto último lo digo
porque, “el sembrar” también lo veo como un acto simbólico de cuidado, sembrar
como proceso por medio del cual, nos interrelacionamos
una planta, por ejemplo. Acá también reconozco como cada planta tiene una
“personalidad” particular, unas propiedades medicinales propias. Al sembrar
ají, o cilantro (como fue mi caso), también estamos invocando el poder de esta
planta.
Diciendo
esto reconozco como el sembrar o la misma permacultura, también tiene un
componente mágico (Rienz, 2003). Yo esto lo interpreto
como, darle agencia a lo “no-humano” (Puig de la Bellacasa, 2010), o mejor, reconocer la
vida de aquellos “espíritus” o vidas que han sido negadas, por occidente: la
naturaleza, y como estamos innegablemente interconectados con ésta, y nos
influenciamos mutuamente, buscando también generar empatía (Puleo, 2011).
Pero cuando hablo de
“sensibilizarnos” y de generar “empatía” con el “otro”, en este caso la tierra,
también destaco la importancia de no caer en el discurso paternalista, o de
“sensibilería” feminizada, propia del capitalismo acerca de la naturaleza (Ibíd.).
Sino lo veo como una invitación a reconocer que en la permacultura la
interrelación es entre 3 ecologías: la de uno mismo, la del colectivo y la de
la tierra (Puig de la Bellacasa, 2010) y como estas se influyen mutuamente. Y
pienso que en esta corta experiencia pudimos tener un asomo (aunque sea
pequeño) a lo que esta ecología “triple” trata: Si uno no está bien no puede ir
a la terraza a regar la plantas y alimentarlas, si esto pasa estás mueren y no
nos alimentan. Al mismo tiempo, si no hubiera un grupo organizado, tal vez todo
este trabajo y construcción de la terraza no sería posible.
Luego, cuando
empezamos a hacer las “bombas de semillas” recordé también como la permacultura
es una poderosa forma de activismo (Rienz, 2003), porque sólo por empezar, une
a la gente “individual” en un colectivo y para una causa común: sembrar y
cuidar la vida en este contexto neoliberal a veces “baldío” (vacío).
Luego para cerrar,
construimos un circulo para compartir la experiencia, tejer, y beber el conocimiento
de lo que había pasado en estas últimas 3 horas y en relación con el “cuidado”
y la lecturas tratadas en clase:
Muchos de nosotros
terminamos con gratitud con la experiencia que pudimos tener en la terraza, o
mejor, por haber podido vivir ese espacio colectivo que se ha estado
consolidando. Pero también gracias a los comentarios de Valeria, Miguel y
Victoria, pudimos reconocer que “no todo es color de rosa” y que la terraza
como hoy la conocemos no “apareció por arte de magia”. Sino que su construcción
ha implicado un esfuerzo colectivo, de trabajo no remunerado y discenso, pero
la cual, lentamente se ha ido consolidando como una red que se ha tejido entre
muchos para “cuidar la vida” en la ciudad.
Cuando terminó la
experiencia y el proceso de siembra, aún con las manos untadas de tierra, me
pregunté ¿Qué se siente tener tierra en las manos? Me di cuenta que tener
tierra en las manos, olerla, me hizo también conocer mis manos, reconocer que
también tienen su historia y una potencialidad en el mundo de hoy. Entonces, me
di cuenta que “ser parte de la tierra” (Puig de la Bellacasa, 2010), hace que
veamos no como una imagen espiritual (gaia), sino también como una realidad que
puede ser tocada y que se mete debajo de las uñas, y que como la tierra de “la
terraza” también tiene su historia y su potencial.
Carlsson, C., & Manning, F. (2010). Nowtopia: Strategic Exodus? Antipode, 42(4), 924–953. doi:10.1111/j.1467-8330.2010.00782.x
Puig de la Bellacasa, M. (2010). Ethical doings in naturecultures. Ethics, Place & Environment, 13(2), 151–169. doi:10.1080/13668791003778834
Puleo, A. (2011). Protagonistas de un nuevo mundo. In Ecofeminismo para otro mundo posible (pp. 267–315). Madrid: Ediciones Cátedra.
Rienz, K. (2003).Like a Phoenix from the Fire: Cultivating Hope at Earth Activist Training. Hopedance. Retrieved September 04, 2013, from http://www.earthactivisttraining.org/katierenz.html
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